Se disputaban los últimos minutos de un partido de semifinales de la Champions League, nada más y nada menos, cuando Laporte agregó al carrusel de acontecimientos (cagadas defensivas, carreras épicas, fallos a puerta vacía, goles de patio de colegio) una mano diáfana que el árbitro no dudó en convertir en penalti. El Madrid estaba muerto y le caía del cielo, fruto de su fe indesmayable y de la suerte y del madridismo indudable de la Santísima Trinidad, la oportunidad de revivir. Para aprovecharla, no obstante, sería imprescindible una sangre fría digna de Chacal, aquel francotirador que trató de matar a De Gaulle, y quién sino un francés como él para ejecutar la tarea con el pulso más firme del mundo.
Antonín Panenka, el futbolista francés nacido en Lyon de ascendencia argelina, depositó grácilmente la pelota en el llamado punto fatídico y la contempló durante unos segundos con el detenimiento de quien ya masculla la viabilidad del viejo truco. Había fallado dos penas máximas en Pamplona pocos días atrás, lo que mellaba de algún modo su confianza de cara a repetir la añagaza, el sutilísimo golpeo que le había hecho célebre en la Final de la Eurocopa de 1976. ¿Sería capaz de añadir a la frialdad necesaria para tirar ese penalti en ese momento la gelidez paralizante de hacerlo con el estilo al que había dado nombre el legendario Karim Benzema? ¿Sería capaz Panenka de lanzar ese penalti trascendental a lo Karim? ¿Es la audacia extrema un camino recomendable para superar el pánico? ¿Sirve un más-difícil-todavía para aplacar los nervios, cuando la lógica dicta justamente lo contrario?
Si había algo, con todo, que había brillado completamente por su ausencia durante el partido, ese algo era precisamente la lógica. El Madrid podía sobrevivir a pesar de haber sufrido en contra ocasiones sin cuento del rival, con unos Militao, Alaba, Mendy y Nacho completamente desconocidos en las tareas de achique, muy desacertados, y un Toni Kroos irreconocible. Vinicius había desbaratado el mérito citizen con una carrera para la historia, pero Bernardo se había aprovechado de una incalificable actitud de los jugadores blancos, que pensaban que al colegiado había pitado falta, para hacer el 4-2. Era el partido más loco de todos los partidos locos, de suerte que solo la mayor de las locuras podía rubricar el desquicie.
Antonín Panenka miró fijamente a Ederson, caminó con ligereza hacia el balón, aceleró tenuemente el paso y al llegar al punto de destino se encomendó a la versión checoslovaca de Alá para picar la pelota con una suavidad que pudo ser la de la mortaja dentro del féretro pero que una vez más, como en el 76 ante Alemania, fue espuma celestial.
La primavera brotó en ese preciso instante en Praga, en Lyon y en Manchester, aunque sobre todo en Madrid, con el césped del Bernabéu ya regocijándose entre el rumor de las gramíneas. Entretanto, los panenkitas del mundo trataban de conciliar la sobrevenida actualidad de su inspirador con la completa imposibilidad de explicar en pizarras tamaño arcano futbolístico. Antolín Panenka miró de soslayo a una cámara, mientras recibía el abrazo desaforado de Asensio y Militao y Ceballos y Vini, y les hizo un guiño que no supieron interpretar. Que no supieron qué tal les sentó.
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El titular, de 10.
Brillantísimo, me encanta. Solo un detalle: Chacal no es francés, es británico.
Abrazos madridistas.
Antonin
Los panenkitas poniendo estadísticas de todos los penaltis tirados por Benzema.... y va El Gato y hace eso. Gloria a nuestro Karim.
Qué grande es Karim. En la celebración le sale una sonrisita irónica, como diciendo: ala, a jod...,pensabais que estábamos muertos y, mira por donde, va a ser que no y, encima, marcando así un penalti. Cuando queráis volvéis a por otra
Me ha gustado pero, una precisión más: en ningún momento mira Karim al portero del Chelsea. Y, lo hace a propósito.
Ahahahah muy grande el autor!!! Crack!