Me ha impresionado el valor de sus hijos expulsando y conteniendo las lágrimas sin esconderse. Eso tiene que ser también, en parte, mérito de él. La naturalidad de un hombre, de dos hombres, llorando y conteniéndose. En unos pocos segundos he visto en Pablo y en Gelete quizá lo más bonito que su padre les pudo dejar, como una suerte de dignidad bondadosa. Tiene que ser eso. Era un hombre agradable y listo y sabía de lo que hablaba. Y era honesto y valiente. Es una minucia, pero recuerdo como no se plegó a las exigencias de la masa enfervorecida, manteniéndose en su lugar en aquel incidente entre Márquez y Rossi del que escribimos aquí en La Galerna.
Yo no sé mucho de motociclismo pero llevo treinta años siguiendo las carreras por televisión. Ángel Nieto era esa voz de los grandes premios, mi voz, la voz del campeón y la voz del padre que sufría y porfiaba en directo, y daba gas y se inclinaba en cada curva y en cada adelantamiento, y frenaba y encogía el cuerpo subido a las motos (no se le veía, pero sí se le oía mientras Valentín Requena lo sujetaba) de sus hijos y de su sobrino, Fonsi, y también en las de sus amigos y en las de los pilotos españoles. En realidad Ángel Nieto estaba subido a las motos de todos y nos hemos dado cuenta ahora, cuando se ha ido tan joven, más joven que James Dean. Ya nos estamos dando cuenta de lo grande que era y de lo mucho que lo queríamos. Y eso que no tuvimos el gusto de conocerlo.
A Ángel Nieto seguro que le gustaría tu artículo y a su familia también. Sin ser lo que se dice una apasionada del motociclismo sí puedo presumir de haber visto varias veces correr a Ángel Nieto en el Jarama. Y me lo pasaba genial. Gracias a él en este país empezamos a sentir pasión por este deporte y pasión por él, porque era el que nos movía a las carreras. Después de él nunca he vuelto a un circuito porque creo que me dejaba llevar sólo porque corría él y nada más.
Es una pena que se haya ido tan joven y con tanta pasión por todo. D.E.P.