He seguido de refilón la rueda de prensa de Carlo Ancelotti y me ha parecido muy bien todo lo que ha dicho. Por supuesto, esto ya no es noticia. La única vez que Carletto dijo algo chocante fue hace siete años o cosa así, cuando anunció que Casillas y Keylor se turnarían en la portería “para que todo el mundo esté contento y haya paz”. De entonces para acá, y superada esa extraña excepción, cada pronunciamiento del técnico italiano es un prodigio de sentido común y caballerosidad, no exenta a veces de cierta retranca. Se me ha escapado ese momento, pero leo por ahí que ha regañado a Fernando Burgos por estar “tomando un café” y no enterarse así de que Courtois estaba en perfecto estado, nada de lesiones como dejaba entrever Burgos. Aprovecho para revelar que no solo el árbitro De Burgos Bengoetxea no es pariente mío, como las redes se han obstinado falsamente en extender, sino que de quien es realmente primo, por parte de padre, es de Fernando Burgos. El apellido los junta y ellos se crían. (SPOILER: es una broma).
Uno de los nombres propios puestos encima de la mesa, durante el encuentro de Carlo con los redactores, ha sido el de Eden Hazard. Parece que volverá a formar parte del once inicial, dado que “lo hizo muy bien” ante el Celtic. Pongo las comillas por citar al técnico, no por desmarcarme de su opinión, con la que coincido. Así, el belga gozará de una nueva oportunidad o verá si es capaz de coger este “tren”. A quien cito aquí es al diario As, muy dado a metáforas ferroviarias cuando se trata de meter presión a determinados jugadores.
Yo lo de hablar de trenes para inocular angustia en el interesado lo entiendo mejor que nadie. No en vano soy el típico agonías que sale de casa tres horas antes para anular la posibilidad de llegar tarde y perder el expreso de las 5:15 o cualquier otro que no cantaran los Who. A mí me hablas de trenes y ya me pongo nervioso, que es justamente, entiendo yo, lo que As pretende causar en Hazard: nervios.
No es solo As, claro. La práctica totalidad de los medios plantean cada nueva titularidad de Eden como una oportunidad que agónicamente debe ser aprovechada. Se entiende más o menos, dado que es un futbolista con tres temporadas de práctica intrascendencia a sus espaldas, por lesiones o por lo que sea. Lo que no se entiende es que, mientras a Hazard esto se le recuerda perpetuamente, a Dembélé, en la otra orilla del río, no se le recuerda jamás. Nadie le recuerda nunca a Dembélé que lleva en el Barça no tres, sino cinco temporadas convertido en un absoluto meme después de haber costado 150 millones (¿o son 120?, me lío con el precio de Coutinho).
La doble vara de medir es escandalosa. Con Hazard todo es la última oportunidad, el tren postrero, la convocatoria de gracia después de una ristra de suspensos que no cesan de recordarle. Con Dembélé, en cambio, no es nunca nada de eso. A Dembélé no se le recuerda nunca nada. Dembélé, mediáticamente hablando, es un recién llegado al Barça. Dispone del beneficio de la pizarra limpia, del partir de cero, de la hoja en blanco. Cada buena jugada de Dembélé, que hasta la fecha ha sido una ruina clamorosa en lo deportivo y en lo financiero, se recibe con vítores casi vírgenes. Cada buena jugada de Hazard, en cambio, es inmediatamente interpretada en términos de “ya era hora”, de “ya le valía”, de “¿será que al final nos sirve de algo?” Hazard es el hijo pródigo que no se quita de encima los reproches de tantos y tantos hermanos celosos. Dembélé, en cambio, parece un legionario, porque en La Legión ya se sabe que “nada importa tu vida anterior”.
Otro de los temas que, con mucha mala uva e infinito piperismo, han sido introducidos a Carlo es el de los bailes de Vinicius. Hay monjas laicas, algunas con barba y gafas, que se rasgan las vestiduras cuando Vini baila tras marcar, cosa que por lo visto está muy fea y muy penada por los supertacañones de la nueva deportividad cuyas reglas, claro, solo se aplican al Real Madrid.
Se baila para procurar al planeta que nos circunda un placer estético, y lo único que debería castigarse es el baile torpe o grosero
A Carletto le han preguntado por el tema y ha defendido el derecho del delantero a bailar. Que haya que defender el derecho de alguien a bailar es suficientemente sintomático de los tiempos que vivimos, tiempos que se viven infinitamente más fuerte en el Madrid que en otros lados. Ha vuelto Carlo a tirar de laconismo arguyendo que Vinicius “es brasileño” y “baila bien” para reclamar que se le reconozca el derecho a hacerlo, y no es ninguna tontería. Se baila para procurar al planeta que nos circunda un placer estético, y lo único que debería castigarse es el baile torpe o grosero. El baile brasileño es el mejor, los bailes lusófonos lo son en general, comenzando por la kizomba. Yo descubrí la kizomba en su tierra original, Angola, y apareja un frotamiento interpernil tan fogoso que la comunidad de expatriados españoles de Luanda lo rebautizó ejemplarmente como “el baile de la cebolleta”. No es ese el baile que Vini lleva a cabo tras marcar, entre otras razones porque generalmente ya ha ensayado la kizomba con el lateral derecho del equipo rival antes de anotar el gol que celebra.
Y ese baile que precede al otro es justamente, nos tememos, el que las monjas de la nueva deportividad anti querrían evitar, sin que por el momento contemplen visos de llegar a salirse con la suya.
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Con la algria que transmitia cuando bailaba Ronaldinho y Grizman y cuslquiera que no sea del Madrid, que falta de respeto el baile de Vini y que guay lo de rodos los demás
El perodista que le ha preguntado a Ancelotti es un simple y siempre hace unas preguntas propias de su condición.
Ancelotti:
"A Hazard no le voy a pedir goles“
Primer entrenador al que escucho, que al sustituto del 9 no le va a pedir goles.
Por cierto, si siguen marcando con esa facilidad, no me extrañaría que el Barcelona se vaya a los más de 100 goles esta temporada.
El Real Madrid lleva, a estas alturas, exactamente los mismos goles en Liga que el Barcelona.
En el Real Madrid es baja Karim.
Me he quedado helado. "Corazón tan blanco" .Javier Marías. D.E.P.