Ancelotti, el déjà vu, la incertidumbre y las dudas

Vaya por delante que me resultaría injusto, osado al extremo y desagradecido poner en duda el pasado de Ancelotti en el Real Madrid. Nos dio la ansiada gloria, satisfizo nuestra obsesión. El equipo jugó sus mejores partidos bajo su mando. Pero han pasado siete años.

Entre los nombres que se barajaban para suplir a Zidane, el de Carletto no apareció hasta el último momento. La mano dura de Conte o el relevo natural de Raúl parecían las opciones más viables en pos de ejecutar la necesaria revolución que necesita el equipo para regresar a la senda de la victoria después de un año muy complicado, marcado por las lesiones y la incertidumbre sobre el futuro de algunos pesos pesados que, además, terminó sin levantar ningún título.

Es por eso por lo que el estilo de Ancelotti, aunque él ya se ha encargado de hacernos saber que no es el mismo que nos dejó en 2015, me genera muchas dudas a la hora de coger las riendas de un tornado sin control que es lo que parece ahora el equipo.

Son varios los frentes abiertos a los que tendrán que enfrentarse el italiano y su equipo para llegar al inicio del curso en las condiciones adecuadas para que no salte todo por los aires. Para empezar, el dilema Ramos.

Hay que aprender a dejar ir y saber cuándo marcharse. Todo parecía muy claro en las últimas semanas, pero ahora entra en juego el factor Ancelotti, que deberá optar por asumir la pérdida (“No me imaginaba un Madrid sin mí, y pasó...”, dijo, a modo de declaración de intenciones), o intervenir para tratar de retener al capitán. El cambio generacional y la necesaria renovación quizá pase por lo primero, siempre y cuando Carletto demuestre la determinación que debe a la hora de tomar decisiones.

Las dudas se acrecientan cuando seguimos buceando por la interminable lista de una plantilla a la que, sumando a los cedidos que regresan, se antoja eterna y difícil de gestionar. Hace falta un entrenador guerrero, que no se case con nadie, que ejerza su autoridad sin miramientos y Carletto resulta un perfil más continuista. Y sí, no es que hayan ido mal las cosas con un entrenador amable e infalible gestionando la plantilla, pero el cásting que toca dirigir ahora es más complicado que el de cualquier superproducción de Hollywood.

¿Qué pasará con Isco? ¿Varane se irá? Ahora que Lucas Vázquez ha renovado, ¿optará Ancelotti por usarlo de suplente de Carvajal tal y como hizo, con éxito, Zidane? Y entonces... ¿Odriozola? ¿Qué va a pasar con Bale, enésima oportunidad? Si se queda Varane, ¿será titular con Alaba? ¿Se cortará la progresión de Militao? ¿Tendrá en Vinícius la misma confianza que tenía Zidane? ¿Será, ahora sí, Casemiro de su agrado? ¿Será el que le dé la oportunidad definitiva y real a Odegaard? ¿Jovic? ¿Le dejará claro a Marcelo su necesario rol de suplente si se queda? Sólo de pensar en esta y otras mil preguntas que deben ponerse necesariamente sobre la mesa del cuerpo técnico se me nubla la vista. Lo único que parece claro es lo bien que le va a venir Pintus a Hazard.

El Madrid está en un punto de inflexión en el que toca mirar hacia delante y no anclarse con nostalgia en el pasado. Renovación, revolución y volver a imprimir personalidad al equipo a base de probar fórmulas hasta dar con la correcta. Ser flexible en cuanto a rotaciones y firme en decisiones. Incluso ante las que lleven la etiqueta de impuestas. Ojalá Ancelotti lo logre y salgamos del bucle del tiempo, de ese déjà vu que ayer sentimos al ver esa ceja levantada y excesivamente amable. Pero si buscábamos un momento para evolucionar, salir del baño y masaje y poner al mando del equipo a alguien más proclive a la firmeza y a terminar con las dudas, era este.

Fotografías Imago.