Ángel María Villar
Como en los días anteriores, el alguacil gigantón al que todos llamaban Bull acalló el bullicio de los periodistas y curiosos:
—¡En pie! Preside la sesión el honorable juez Aguilar.
El público congregado tomó asiento y guardó silencio mientras el juez revisaba los papeles que tenía sobre la mesa. Tras unos breves segundos, levantó la cabeza, divisó a Joan Laporta frente a él, junto al abogado de la defensa, y no pudo disimular una mueca de fastidio.
—Acérquense las partes, por favor.
Tanto el fiscal Jaime Estuardo como el señor Scotto, abogado de la defensa, se acercaron a la mesa del juez, pero este último no pudo evitar que Joan Laporta lo acompañara.
—He dicho las partes, retírese usted, por favor —dijo Aguilar señalando a Laporta con el mentón.
El abogado defensor le conminó a que hiciera caso a “su señoría, por favor, Jan”. Laporta, poco habituado en su vida a que le negaran algo, se resistió y fue el propio Scotto quien tuvo que sujetarle los brazos para que cesara el recital de aspavientos. Finalmente, y a regañadientes, el presidente del Barça volvió a su asiento cagándose en algo que no reproduciremos aquí, no por pudor, sino porque no sabríamos decir si lo pronunció en catalán, en español o en la lengua de los orcos.
—Miren, señores —dijo el juez en voz baja—, y se lo digo sobre todo a usted —señaló a Scotto—, las dos sesiones anteriores han sido muy incómodas para mí, en especial por ese señor de ahí, que no deja de ser un acusado. Ya sé que es abogado y que dice que el Barça tiene derecho a personarse como perjudicado, como solicitó por medio de una instancia repleta de ridiculeces, pero lo cierto es que contamina, altera el buen desarrollo de las vistas, por lo que le pido que lo convenza para que se siente en el banquillo de los acusados y deje que la sesión se desarrolle sin interrupciones.
—Veré qué puedo hacer —murmuró Scotto, el cual, en el fondo, estaba convencido de que era lo mejor también para sí mismo, para evitar presiones y condicionamientos.
—Se lo agradezco —respondió cortésmente Estuardo.
Llevó unos cinco minutos convencer a Laporta de que debía ir al banquillo de los acusados, “¡es un ultraje!”, “¡esto es una petición de Florentino, que controla la Justicia, como todo el mundo sabe!”, “que no, que no me muevo”, mas, tras el apercibimiento por parte del juez de que añadiría a sus posibles penas una condena por desacato, optó por levantarse con gran estruendo y cambiar de sitio, “pero porque yo quiero, ¡no porque sus jefes lo hayan pactado en el palco del Bernabéu!”.
El siguiente problema fue encontrarle acomodo, porque los dos sitios libres en el banco de acusados estaban junto a Sandro Rosell. Ambos se miraron con un asco indisimulado y negando con la cabeza, como si en ese momento un tacto rectal les hiciera más ilusión que estar hombro con hombro. La solución la encontró Javier Enríquez, quien propuso a Rosell que se cambiaran de sitio, de modo que el “co-co” (conductor y coach) pudiera separar a los dos viejos rivales. El otro asiento libre era el de Enríquez Negreira, cuya consabida incontinencia urinaria hacía que se presentara siempre a la sesión unos minutos más tarde.
Negreira apareció en la sala mientras se producían todos estos movimientos de banquillo dignos de los mejores tiempos de George Karl. El exvice del CTA esperó a que se reubicaran todos en el banquillo y mientras tanto se acomodó la camisa por dentro de los pantalones con poca elegancia, de hecho, metió medio antebrazo en su entrepierna. Una vez terminó, se olió la palma de la mano, hizo una mueca de desagrado y finalmente tomó asiento apoyándose con esa misma mano sobre el hombro y la chepa de su hijo. “Gracias, Javi”, dijo mientras se la secaba.
—La defensa llama a declarar a Ángel María Villar —pronunció Scotto una vez que los acusados lograron acomodo.
Se abrieron las puertas y entró un Villar algo avejentado para los que hacía tiempo que no lo veían. Estaba visiblemente delgado, con los mofletes algo flácidos y quedaba poco de aquella mata de pelos ensortijados que lucía como futbolista o en sus primeros años como presidente de la Federación Española de Fútbol.
—Gracias por su asistencia, señor Villar —comenzó Scotto—. Durante las sesiones previas, hemos tenido la ocasión de escuchar al actual vicepresidente de los árbitros, el señor Medina Cantalejo, y a su sucesor en la presidencia, don Luis Rubiales, sobre las funciones, prácticamente nulas e inexistentes, del señor Enríquez Negreira, aquí presente —lo señaló con el brazo extendido—. La acusación ha montado una película que me atrevería a catalogar de terror sobre la labor del exvicepresidente de los árbitros, una mano oculta para nombrar árbitros o bajarlos de categoría. Usted, que fue presidente de la Federación durante los años investigados por la supuesta trama, ¿qué puede decirnos al respecto?
—Mire, señor Scotto, todo esto ha hecho mucho daño a la imagen del “fúrbo” y nos duele profundamente a los que hemos dedicado toda nuestra vida a ello. Enríquez Negreira no tenía el poder que se le quiere atribuir, no designaba árbitros, era solo uno de los ocho responsables del Comité de Árbitros que tenía competencias sobre ascensos y descensos. Tampoco proponía a los árbitros a la FIFA para internacionales porque de eso me encargaba yo directamente. Yo no creo que Negreira fuese un corrupto porque, además, no se ha demostrado.
—Así lo cree la defensa, señor Villar. Entonces, en su opinión, o, mejor dicho, pues no le pido su opinión, sino su conocimiento de treinta años al frente de la Federación Española de Fútbol, ¿el arbitraje español está bajo sospecha, o cree que debe estarlo durante ese período de tiempo?
—¡En absoluto! Como le decía, esto hace mucho daño al “fúrgol” español, a los propios “clús”, además, en un estamento como es el arbitraje, que es el estamento netamente federativo, con gente muy preparada y donde creo sinceramente que no hay un corrupto, con un nivel extraordinario, gente disciplinada… Le confieso mi tristeza, sobre todo por Victoriano Sánchez Arminio, que ha sido el mejor presidente de la historia del CTA, un hombre querido por los suyos, una autoridad que mejoró el arbitraje español.
—Con todo lo que nos ha dicho, ¿qué explicación tienen los pagos que realizaba el Fútbol Club Barcelona al señor Negreira?
—No tengo ni idea, sería una frivolidad opinar, pero sí le digo que, si lo hubiéramos sabido Victoriano o yo, no dura ni un minuto en el comité. ¡Ni un minuto! —respondió con vehemencia—. ¿Pero cómo iba a saberlo? ¿Le pongo un detective? Yo creo que el pago de un “clú de frúmbol” no es correcto, pero lo tendrá que decidir un juez, y eso no significa que el pago influya en el árbitro, porque estos son independientes donde deben serlo, en el césped, porque son grandes profesionales.
—Nos ha quedado clarísimo, señor Villar, muchas gracias por sus contundentes explicaciones —afirmó Scotto—. No haré más preguntas, señoría.
La abogada Luisa Ramírez se dio cuenta de un hecho que, a buen seguro, había pasado desapercibido para la mayoría de los asistentes. Durante las declaraciones de los días previos, Negreira se había mostrado algo despistado, incluso ido. Por momentos dormitaba en su asiento y parecía estar allí de cuerpo presente, pero ausente, como si la cosa no fuera con él. Sin embargo, durante la declaración de Ángel Villar, estuvo pendiente de cada una de sus palabras, miraba fijamente al antiguo jefe de su jefe con una sonrisa siniestra, incluso se le intuía un cierto brillo en la mirada. Finalizada la declaración, Negreira agachó levemente la cabeza hacia el hombro izquierdo y volvió a perder la vista en objetos ajenos a los interrogatorios, como la pata de una silla o el cuaderno de notas de algún periodista.
El fiscal se puso en pie y se acercó al asiento de los testigos:
—Con la venia, señoría —se acercó mucho al vasco, hasta casi tocar el micrófono—. Su honestidad nos maravilla, señor Villar.
—Gracias —respondió el expresidente federativo con cierta desconfianza.
—Así que, a usted, Negreira no le habría durado ni un minuto, lo cual le honra. Perdón, perdón, perdón (pronunció con aire teatral), le honraría si fuera cierto, ¡porque le duró veinticinco años! ¡Veinticinco años bajo su dependencia! ¡Y todo ello mientras cobraba de un club de fútbol la mayor parte del tiempo! ¡Y usted no movió un solo dedo para atajarlo!
—¡Protesto! —exclamó Scotto—. ¡Está acusando de complicidad a mi testigo!
—No acuso de nada, señoría, simplemente le manifiesto mi incredulidad y si me deja desarrollar mi argumentación, entenderá por qué.
—No se admite la protesta, prosiga —concluyó el juez Aguilar.
—Gracias. Señor Villar, ¿usted sabe qué sueldo cobraba el señor Enríquez Negreira del Comité Técnico de Árbitros? Puesto que era un puesto bajo su competencia, debería saberlo, ¿no?
—Hasta donde yo sé, el señor Enríquez Negreira cobraba solo las dietas por su asistencia a las reuniones del comité, y aparte, los gastos de desplazamiento.
—¿Me está diciendo que no tenía ningún sueldo?
—Así es —respondió Villar.
—¿Y no se preguntó en todo este tiempo de qué manera percibía sus emolumentos el señor Negreira? Usted sabía el nivel de vida que llevaba, el negocio que regentaba con su pareja… ¿pensó que todo eso se pagaba con unas dietas unos pocos días al año?
Villar balbuceó algo parecido a un “no sé, no lo pensé”. El fiscal se puso muy cerca de Villar, de tal modo que limitaba su campo de visión. Villar se echó a su derecha varias veces tratando de ver las indicaciones que le daba el abogado defensor, pero Estuardo se dio cuenta y se movió para tapar la visión directa del testigo. Villar se inclinó, Estuardo lo imitó… Hubo un momento en que ambos estaban más inclinados que Michael Jackson y sus bailarines durante el Smooth criminal.
—¡Protesto, señoría, está intimidando al testigo de la defensa! —Scotto trató de socorrerlo con una tímida queja.
—Señoría, estoy evitando que la defensa pase algún tipo de consigna al testigo.
—No se admite, prosiga.
Del banquillo de los acusados se escuchó un nuevo “¡intolerapla!”.
—Voy a tratar de ayudarle, señor Villar —prosiguió Estuardo—. Año 2006, 113.159 euros. Año 2007, 197.648 euros. Año 2008, 201.515 euros. Año 2009, aquí hay que reconocer que el señor Laporta estaba satisfecho con el servicio y lo subió a 364.954 euros. Me voy más adelante, otro presidente también muy satisfecho, el señor Rosell, tanto que en 2011 le pagó 777.607 euros. 2016, el señor Bartomeu: ¡891.150 euros! Está todo en el informe de la Agencia Tributaria. Son años enteros, entiendo que a usted no le duraría ni un minuto, pero lo cierto es que fueron años y años enteros.
—Todo eso no demuestra nada —replicó Villar—, no hay ninguna prueba de que se compraran árbitros.
—Es evidente, señor Villar. Si un árbitro cobra más de doscientos mil euros anuales, es imposible que Negreira pudiera comprar árbitros a base de repartir los doscientos, trescientos mil euros anuales que le pagaba el Fútbol Club Barcelona. Ni siquiera en los años que cobró más de seiscientos mil euros lo veo viable, porque no se compraron árbitros, se trataba de comprar el sistema. Con estos pagos, el Barcelona trataba de controlar al responsable de que los árbitros permanecieran en Primera o bajaran a Segunda, al lugarteniente de Sánchez Arminio, el brazo derecho que puntuaba a los árbitros y los llamaba durante la temporada para decirles en qué posición se encontraban.
—Insisto, no podrá demostrar que se compraron árbitros —rebatió Villar—, y Enríquez Negreira no tenía ese poder.
—¡Pero es que eso da lo mismo, señor Villar! El mero hecho del pago con ánimo de influir en la competición ya es constitutivo de delito, da igual si se consumó o no. Durante los registros en la sede de la Federación Española de Fútbol han aparecido actas firmadas por el señor Enríquez Negreira (Estuardo mostró aparatosamente a toda la audiencia uno de estos documentos) en las que se fijaban los criterios de puntuación de los árbitros de Primera, Segunda y Segunda B, es decir, los parámetros bajo los cuales se decidiría la continuidad de estos en la élite o su descenso, y con ello, la pérdida de más de la mitad de sus retribuciones.
—Pero eso no demuestra nada, el acta lo firmaban otros responsables del Comité de Árbitros y, además, eso no quiere decir que José María fuera el que luego puntuaba a los colegiados, o el que realizaba sus valoraciones.
—¿Podría indicarnos, si es tan amable, quién era Raúl Massó y qué funciones desempeñaba?
—Creo que fue el secretario general del Comité Técnico de “álbitros” con Sánchez Arminio.
—Así es —respondió Estuardo—. En su declaración a la Guardia Civil, Raúl Massó aseguró que el señor Enríquez Negreira revisaba los informes arbitrales y que, cuando había discrepancias sobre las puntuaciones otorgadas a los árbitros, llamaba a los informadores del Comité para, llamémoslo de una manera suave, coordinar las calificaciones otorgadas. ¡El dedo corrector! También afirmó en sede judicial que el señor Enríquez Negreira llamaba a los árbitros para indicarles su puesto en la clasificación de la temporada, y que al final de la misma, siguiendo instrucciones de Victoriano Sánchez Arminio, comunicaba directamente los ascensos y descensos. Señor Villar, Enríquez Negreira no pintaba nada, pero intervenía en la designación de los árbitros que intervenían en los partidos de Primera División, en la revisión de las actas arbitrales, en la puntuación de los árbitros y en su adscripción a unas y otras categorías (incluyendo la internacional), de forma que las decisiones del órgano en el que estaba integrado tenían repercusiones económicas y deportivas relevantes para los mismos, ¡era un servicio integral de control del arbitraje!
—No estoy de acuerdo. Y no estoy de acuerdo, además, con que cuestione la figura de quien, como ya le he dicho, ha sido el mejor presidente de los árbitros que ha habido nunca en este país. Alguien que, además, no se encuentra entre nosotros por desgracia. Descansa en paz, Victoriano.
Miró de manera metafórica al cielo, pero se encontró con el mismo lamparón de orines y cagarrutas de paloma que Medina Cantalejo en su declaración.
—Victoriano Sánchez Arminio, ese insigne prohombre cántabro —prosiguió Estuardo con sarcasmo—. El hombre que tenía bajo su mano a todo el arbitraje, el mismo que, junto al señor Negreira, premiaba a los que se equivocaban sistemáticamente a favor del Fútbol Club Barcelona y castigaba a los que en algún momento erraron y beneficiaron al Real Madrid. Señor Villar, puesto que usted dio nombre a una palabra, ¿sabe en qué consistía el llamado “Villarato”?
—Eso fue un invento de un periodista madrileño, Alfredo Relaño. Madrileño y muy madridista. Ya hablé alguna vez con él y le dije que estaba siendo injusto conmigo.
—Ya. Muy “injusto” todo. A partir de 2004, cuando usted renueva su cargo en unas elecciones en las que el apoyo del Fútbol Club Barcelona fue fundamental para que su rival quedara sin opciones, el llamado saldo arbitral se dispara en favor de este mismo club.
—Pero eso no tiene relación alguna con Negreira, puesto que los pagos venían de antes.
—Le agradezco que reconozca que los pagos pudieron influir, señor Villar, quizás en su intento de exculparse está reconociendo que hubo un delito y de más larga duración. El apoyo del Fútbol Club Barcelona fue premiado por usted con una vicepresidencia en la Federación para don Joan Gaspart, alias “perjudicaré deportivamente al Real Madrid hasta que me muera”. Y volvió a premiarlo al llevarlo con usted a la UEFA al puesto de, ni más ni menos, ¡responsable del Comité de Competición de los campeonatos europeos como la Champions!
—¡Protesto! —interrumpió Scotto, quien quiso cortar el ritmo del interrogatorio porque veía que su testigo, que nunca fue el mejor orador del mundo, estaba cerca de cagarla.
—¿Con qué motivo? —inquirió el juez.
—Eeeh… sus acusaciones no tienen nada que ver con el asunto juzgado en esta sala.
—Señoría, si se me permite —respondió Estuardo—, trato de demostrar los reiterados intentos de control del arbitraje y las instituciones federativas por parte del Fútbol Club Barcelona.
El juez Aguilar permaneció callado unos instantes, como si analizara lo que ambos abogados planteaban, y finalmente sentenció:
—Limítese a ceñirse al caso, por favor.
—Así lo haré —aseguró Estuardo—. El saldo arbitral fue explicado por el vicepresidente del Fútbol Club Barcelona, Alfons Godall, en 2006, cuando dijo (Estuardo abrió un dossier por una página que tenía marcada con un post-it), cito textualmente: “pasamos una época de buena relación con la Federación Española, de buenas relaciones con las entidades donde se cuece, digamos, los comités de árbitros, la competición”, y que “todo ello nos ayudó”, “cuestiones como el saldo arbitral, la diferencia entre lances favorables y desfavorables con los rivales”. El vicepresidente reconocía en 2006 que el alejamiento del club de estos comités les estaba perjudicando, ¡justo en los dos años en que el Barça había dejado de pagar a Negreira! ¿Cree usted que por ese motivo se reanudaron los pagos a las empresas del señor Negreira?
—Pues mire usted, no lo sé —contestó Villar algo cabizbajo—, porque, como he asegurado en mi declaración, yo no podía haber sabido de esos pagos, tendría que haber contratado un detective, por lo menos.
—No me sea ingenuo, señor Villar. Usted sabe, como cualquier departamento de compliance de cualquier empresa, lo fácil que resulta acceder a la web del Registro Mercantil y solicitar los cargos y las participaciones de una persona física en una empresa o entidad. Si quiere, hacemos ahora mismo la prueba introduciendo los datos del señor Negreira, los de su hijo, o sus mismos datos, si lo prefiere.
—No, no es necesario, me lo creo —respondió Villar con la mirada huidiza.
—Así que prefiere quedar como torpe o ignorante que como cómplice.
—¡Protesto, señoría! Está acusando a mi testigo sin pruebas —exclamó Scotto.
—Se admite —dijo el juez—. Señor Estuardo, le recuerdo que el testigo no está acusado de nada, simplemente se ha prestado a testificar en esta causa.
—Entendido, disculpe —admitió Estuardo—. Señor Villar, además de las incoherencias en su declaración, usted apoyó los servicios de coaching arbitral que realizaba otro de los acusados, don Javier Enríquez Romero, hijo del señor Negreira.
—Bueno, no es que lo apoyara, el señor Negreira nos dijo que sería positivo para los “álbitros” recibir asesoramiento y yo conocía a su hijo porque trabajó durante unos años para nosotros en la Federación.
—¿Tampoco le parece extraño que el Fútbol Club Barcelona pagara cuantiosas sumas de dinero a la empresa del hijo de Negreira mientras este asesoraba a los árbitros, o los llevaba a los partidos?
—No lo sabía, lo desconocía. Solo le digo que conocía a Javi de su trabajo en la Federación y apoyé la propuesta de José María para que fuera contratado y prestara esos servicios.
En el banquillo de los acusados, Negreira miró a su hijo con orgullo y le dio unas palmadas sobre el muslo. Un intérprete de labios podría haber detectado un “buen trabajo, hijo” en la boca del anciano.
—Señor Villar, también ha asegurado en su declaración que los árbitros son independientes, que forman un colectivo honesto, que no se dejaban influir por los ataques de Sánchez Arminio contra el Real Madrid, o por las evaluaciones del señor Negreira.
—Así es.
—En ese caso, ¿podría decirnos qué cargo ocupaba el señor Juan Padrón en la Federación Española de Fútbol?
—Fue mi vicepresidente económico durante varios años.
—¿Podría explicarnos estas palabras del señor Padrón sobre el control del arbitraje? Aparecen en la parte de las escuchas en el caso Soule: “Si los árbitros no hacen lo que yo digo, los quito”. Si esto fuera así, no los veo tan independientes, más bien los veo como un colectivo fácilmente manipulable por parte de sus superiores. Por usted, por el señor Negreira, por Joan Gaspart…
—Ah, eso no tiene nada que ver con el control del arbitraje, esa frase se refiere a qué candidatura debían votar en las elecciones federativas.
—Luego los árbitros les apoyaban a ustedes, y ustedes devolvían el favor colocando a los árbitros afines, premiándolos durante su etapa en activo y posteriormente, asignándoles un cargo en los comités.
Antes de responder, el señor Villar miró a un individuo situado en la primera fila entre el público. Este hombre tenía el dedo índice sobre la boca.
—Por indicaciones de mi abogado, no voy a contestar nada que tenga que ver con el caso Soule —indicó Villar tras un prolongado silencio—, pues todavía se encuentra en espera de juicio.
—Cierto. Menos mal que este juicio que nos atañe se rige por la Hollywood Act y no por la justicia ordinaria española, y, por tanto, se resolverá rápidamente. Señor juez, señorías, miembros del jurado, quiero recordarles que el testigo está encausado desde 2017 en un caso de administración desleal, apropiación indebida, estafa, falsedad documental y corrupción entre particulares, entre otros delitos. No sé qué pretende la defensa hasta el momento presentando a testigos con semejantes historiales, pero creo que no favorecen en nada sus intereses. El señor Villar estuvo casi dos semanas en prisión preventiva en verano de 2017, junto a su hijo Gorka, un empresario que realizaba negocios sospechosos con la Federación de su padre. Todo muy endogámico en los estamentos federativos.
—No le consiento que meta a mi familia en esto —el tono de voz de Villar mostraba un cabreo importante.
—Yo no meto a su familia en asuntos turbios, señor Villar. Lo hizo usted. No haré más preguntas, señoría.
El juez Aguilar estaba perplejo con lo que escuchaba sesión tras sesión. Tomó notas en una libreta que había empezado a utilizar para no perderse en el caso. La abogada del Real Madrid alzó la mano y pidió su turno.
—Con la venia, señoría —Luisa Ramírez se puso en pie y se acercó al banco del expresidente de la Federación—. Señor Villar, supongo que usted está al tanto de que el señor Negreira, poco después de dejar su cargo como vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros en 2018, fue contratado por la Federación Catalana de Fútbol para realizar informes verbales de asesoramiento arbitral.
—Eso he leído en algún medio, sí.
—Sabrá entonces que fue contratado por Josep Contreras, amigo personal suyo, y directivo del Fútbol Club Barcelona por entonces. ¿Usted cree que con estos pagos se estaba comprando su silencio? Recuerde que cuando el Fútbol Club Barcelona cesó en los pagos, el señor Negreira amenazó al club con destapar todas las “irregularidades” cometidas.
Villar se mantenía en silencio. Miraba al individuo de la primera fila, que seguía con el mentón apoyado sobre su mano, si bien en esta ocasión tenía dos dedos sobre la boca.
—Por indicaciones de mi abogado, no voy a hablar del señor Contreras, puesto que también figura en el sumario del caso Soule, y no puedo pronunciarme sobre el mismo.
La abogada iba a continuar con su interrogatorio, pero el juez Aguilar creyó conveniente intervenir en ese instante para no ampliar el alcance de la causa:
—Señora Ramírez, en lugar de preguntar al señor Villar por las razones de dicha contratación, decidida por un tercero, le sugiero que llame a declarar a ese directivo del Barcelona y de la Federación Catalana, el tal… ¿Josep Contreras?
—Me temo que tal circunstancia no será posible, señoría, pues el señor Contreras falleció en diciembre de 2022.
El juez se llevó la mano a la frente, entornó los ojos y apuntó otro nombre en su libreta:
—El señor Contreras es una pieza clave de esta investigación, señoría —continuó Luisa Ramírez—. Parte del dinero abonado a las empresas del señor Negreira y de su hijo se quedó o volvió a una empresa del señor Contreras, Tresep 2014, y es uno de los argumentos que han utilizado algunos directivos del Fútbol Club Barcelona para afirmar que fueron estafados.
—No voy a decir nada sobre este punto —añadió Villar con una sonrisa cínica.
—En ese caso, no haré más preguntas, señoría —y volvió a su asiento.
El juez tomó algunas notas adicionales sobre el expediente, recogió sus papeles y finalmente, golpeó con el mazo:
—Se levanta la sesión.
Los asistentes comenzaron a levantarse, los abogados recogieron su documentación, los periodistas se pusieron a hablar por sus teléfonos móviles y mientras, Ángel María Villar se acercó al banquillo de los acusados, donde se dedicó a repartir abrazos y palmetazos en la espalda. Se escucharon varios “me alegro de verte”, un par de “qué bien te veo”, y bastantes “a ver si nos quitamos esta mierda de encima pronto”.
(Próximamente capítulo 5: “Puedo ayudaros con el VAR”).
Capítulos anteriores: Anatomía de un negreirato (Prólogo)
Capítulos anteriores: Capítulo 1 (Los alegatos previos)
Capítulos anteriores: Capítulo 2 (Medina Cantalejo)
Capítulos anteriores: Capítulo 3 (Luis Rubiales)
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Espléndido. Como lo anterior. A esperar la siguiente entrega.
Sencillamente, sensacional y brillante, Don Rafael.
Genial. Listón muy alto y superado.
Fantástico
Es estupenda esta ficción basada en hechos reales para poder comprobar lo esperpéntico que es todo esto, y que aquí los periodistas y estamentos federativos patrios e internacionales callen y no actúen en consecuencia.
Es un escándalo de proporciones bíblicas.
Gracias por el trabajazo y lo bien hilado que está.me encanta.
Brillante, y tremendamente vergonzoso para el fútbol español. Veremos cómo lo tapan en la vida real, mientras tanto me quedo con ganas de oír la sentencia final en este juicio.