Amarilla a Carletto y otros grandes éxitos

Marcelo debió rodar por el área, profiriendo gritos, agarrándose diversos órganos vitales como haría, qué sé yo, Busquets. Entonces tendríamos penalti y expulsión y un empate la mar de interesante. Pero lo cierto es que, sin dejarse caer, si un agarrón en el área que no te deja continuar la jugada no es penalti, entonces podemos jugar el partido con un melón, con quince futbolistas en el campo, sin fueras de banda, y con una Magnum escondida en las espinilleras. Porque ya todo da igual.

El Real Madrid jugó este domingo tan mal, tan desesperantemente mal, que hasta en los errores fui capaz de encontrar una cierta belleza. Me agradó contemplar cómo Toni Kroos puede fallar un cambio de banda, lanzando una bomba a un desierto del terreno de juego, y hacerlo aun así con estilo. Lo mismo podría decirse de Benzema devolviendo paredes como si hubiera golpeado una pelota de vóley playa. Desconocíamos esa faceta de poetas malditos, tan bohemia, de nuestras grandes estrellas. Paul-Marie Verlaine estaría orgulloso.

Si un agarrón en el área que no te deja continuar la jugada no es penalti, entonces podemos jugar el partido con un melón, con quince futbolistas en el campo, sin fueras de banda, y con una Magnum escondida en las espinilleras

No obstante, miremos lo bueno. Dentro de lo horrible que fueron los 90 minutos, el partido fue de los más completos esta temporada: paredes inexistentes, pases que se pierden por la banda, jugadores que no se enteran de que van a recibir el balón, y preciosos desmarques en fuera de juego. En algún momento llegué a sospechar que lo estaban haciendo a propósito. Fue tal el festín, que incluso hubo espacio para el humor: piensa que Isco estuvo a punto de marcar un gol.

El único problema es que ni siquiera el partido turronero del Madrid puede tapar que, un día más, un árbitro de la liga española ha vuelto a salir del terreno de juego después de batir múltiples récords de latrocinio en la particular cuenta merengue. Al Madrid no solo se le exige ganar por goleada, sin que sus jugadores se ven obligados a exhibir tobillos y rodillas de titanio. Con la excusa de la presión y el cerrojazo, hay equipos que se aprovechan de la excepción arbitral para jugar rozando el canibalismo, sabiendo que, ante la duda, el del pito —en todo momento me refiero al colegiado— siempre va a apostar contra el Madrid.

Al Madrid no solo se le exige ganar por goleada, sin que sus jugadores se ven obligados a exhibir tobillos y rodillas de titanio

Nuestro Lukita Modric, harto de recibir puñaladas en cada partido, ha desarrollado gran habilidad para poner a salvo sus tobillos durante los lances del juego y, al mismo tiempo, salir victorioso con su inmenso talento. Pero hay pocos jugadores que puedan permitírselo. Y, aun así, en el descuento se llevó un recado salvaje, fruto de la confianza que los del Getafe fueron adquiriendo durante el partido en la complicidad arbitral. A propósito: ¿ya no saltan los capitanes encima del árbitro cuando alguien intenta matar a Modric? Ahí se nota lo que dijo el entrenador, que estaban aún de vacaciones.

Supongamos que no has visto el partido. La gente normal, a las dos de la tarde, come. Que ese es otro asunto. Que jugar en fechas navideñas a la hora de los polvorones debería estar prohibido. Pero bien, digamos que no lo has visto y te gustaría saber hasta qué punto nos han robado o no. Yo estoy con el entrenador: el árbitro no ha sido decisivo —si pasamos por alto el penalti— porque el equipo ha sido aún peor. Pero si realmente quieres medir la temperatura de este arbitraje, considera el récord: Melero fue capaz, en el mismo encuentro, de hacerle perder la paciencia a San Luka, de hacer que Hazard corriera como una liebre para evitar la enésima coz, y de sacarle una tarjeta amarilla a Ancelotti, tal vez por mascar chicle haciendo demasiado ruido.

Carletto, recibió la visita de un excitadísimo Melero, que le espetó en las narices una tarjeta amarilla de un modo tan grosero, que de yo del míster me habría dejado caer al suelo al instante, agarrándome las normas básicas de cortesía y urbanidad

Carletto, probablemente el entrenador más elegante y educado del fútbol mundial. Carletto y su ceja como máxima expresión de desaprobación arbitral. Carletto, recibió la visita de un excitadísimo Melero, que le espetó en las narices una tarjeta amarilla de un modo tan grosero, que de yo del míster me habría dejado caer al suelo al instante, agarrándome las normas básicas de cortesía y urbanidad. Como diría Butragueño: saquen sus propias conclusiones.

Hay árbitros regulares, malos, malísimos, y hasta criminales. Y luego están los que le sacan una tarjeta a Carlo Ancelotti para poder contarlo de noche a los amigotes del bar.

Fotografías Imago.