Una anécdota. En el “Diccionario para un macuto” de Rafael García Serrano se cuenta que durante la Guerra Civil dos pelotones enemigos luchaban en una línea del frente. Un soldado del pelotón falangista lanzó una granada contra la trinchera miliciana. Sonó una explosión enorme y, tras un tenso silencio, en la trinchera miliciana se oyó una voz:
—¡Cabrones! ¿Y esa es la educación que “sus” da Franco?
En el pasado a la cortesía se le daba mucha importancia en todos los ámbitos, incluido en la guerra. Eran tiempos mejores. El emperador bizantino Basilio II, tras vencer a los búlgaros en la batalla de Clidio, ordenó que arrancaran los ojos a 99 de cada 100 prisioneros y que al que quedaba de la terna lo dejaran tuerto. Lo que nunca hizo fue gritar como un mono y agarrarse los huevos desde una grada mirando a los vencidos. Por eso aún hoy en día en Bulgaria se le recuerda con respeto.
Ya no se valora la cortesía. Ya no se cede paso en las puertas, no se da los buenos días al dependiente de la tienda ni las gracias al camarero. Vivimos tiempos bárbaros. En cierta ocasión, lady Marlborough viajaba en tren a Londres cuando su compañero de compartimento sacó una pipa. “Disculpe, señora, ¿le molesta el humo?”, preguntó el tipo cortesmente antes de encenderla. “No lo sé —respondió lady Marlborough—. Hasta ahora ningún caballero se había atrevido a fumar en presencia.” Si esto ocurriera hoy en día, el caballero fumaría sin preguntar y después le daría un pico a lady Marlborough.
El fútbol español adolece de muchos —y muy graves— problemas, pero creo que el peor de ellos es el de la falta de educación. Nuestras instituciones, prensa, clubes y campos están repletos de gañanes para quienes el máximo grado de cortesía que pueden alcanzar es no masticar con la boca abierta.
El fútbol español adolece de muchos —y muy graves— problemas, pero creo que el peor de ellos es el de la falta de educación. Está repletos de gañaNes para quienes el máximo grado de cortesía que pueden alcanzar es no masticar con la boca abierta
El grosero es impertinente, es decir, hace y dice cosas cuando no debe. Durante la no dimisión de Luis Rubiales había todo un aforo de impertinentes aplaudiendo a un tipo que se enorgullecía de ser un patán. “Esto es Atenas —dijo un filósofo una vez—, donde se aplaude la virtud, pero no se practica”. Esto es la REFEF —podríamos remedar—, donde se aplaude el vicio y además se practica.
Ignoro hasta dónde son o no punibles las muestras de cromagnonismo de Luis Rubiales, eso se lo dejo a los jueces, que bastante tienen con las leyes que les ha tocado interpretar. Lo que sí sé es que comportarse en un palco de honor como el cuñado borracho de la boda, ese que va por ahí tocándole el culo a las primas adolescentes de la novia, es motivo de sobra para meterse en una cueva y no salir de ella hasta que el Barça aprenda la diferencia entre la ética y un mechero bunsen. Una sociedad sana y civilizada no puede tolerar ese comportamiento en una figura de autoridad, sean o no delito. En 1920, el presidente de la República Francesa Paul Deschanel se cayó de su vagón del Orient Express vestido tan solo con un pijama. Caerse de un tren en pijama no es delito, pero Deschanel se sintió tan avergonzado por aquel hecho que dimitió unos días después.
Rubiales es un cacahuetero de libro (dícese de quien no sabe comportarse en un palco de autoridades, como Alfie Haaland). En un mundo perfecto, un comportamiento como el de Rubiales no sería socialmente admisible. En un mundo perfecto, el fútbol no albergaría gañanes. En un mundo perfecto, todos quienes pintan algo en ese deporte serían como Álvaro Odriozola.
Se nos va Odriozola y es bueno recordar hasta qué punto el Real Madrid es un oasis de civismo en medio del barrizal que es el fútbol español. La distancia que existe entre un tipo como Rubiales y un señor como Odriozola es la misma que separa lord Brummel del Tío Camuñas. Ciertamente, Odriozola tiene pinta de almirante inglés o de personaje de Jane Austen, de esos que son el mejor partido de la comarca. Es además un tipo educado y madridista. Si Odriozola hubiera salido en “Orgullo y Prejuicio”, el señor Darcy no se comía una rosca.
En un mundo perfecto, el fútbol no albergaría gañanes. En un mundo perfecto, todos quienes pintan algo en ese deporte serían como Álvaro Odriozola
Algunos vinagres me dirán que, como futbolista, Odriozola no hacía nada sobre el terreno de juego. P. G. Woodehouse escribió una crónica parlamentaria donde dijo que “los diputados no hacían nada, pero lo hacían muy bien.” En paralelo podría afirmarse que quizá —solo quizá— Odriozola no hacía nada en el equipo, pero lo hacía muy bien. Otros como Mariano no hacían nada y además lo hacían bastante mal. No sé si me explico.
El Real Madrid debería tener siempre a un Odriozola en plantilla, porque un Odriozola aporta señorío, elegancia y nobleza. Un Odriozola vistiendo de blanco da sentido a las estrofas sobre enemigos en la contienda que cuando pierden dan la mano y caballeros del honor. El Madrid necesita de un Odriozola que ponga el justo equilibrio entre tantas pieles tatuadas, peinados raros y joyería de señora en la playa de Gandía que tanto se estila entre algunos de nuestros jugadores. En ese sentido, desde estas líneas y bajo mi responsabilidad, declaro que Odriozola es mejor que Toni Kroos, al que adoro con toda mi alma merengue pero que tiene algunos de los tatuajes más feos que he visto en mi vida, solo superados quizá por los horrores cutáneos que adornan —por decir algo— la anatomía de Sergio Ramos. En ese aspecto, Odriozola está a la altura de los grandes como Cristiano Ronaldo o Gareth Bale, al cual si se le hubiera ocurrido hacerse un tatuaje raro, doña Debbie lo habría llevado a pescozones hasta Blaenau Gwent.
Odriozola es un jugador que aporta elegancia al campo. Lo sacas al césped y de pronto el partido se convierte en la inauguración de una tienda de El Ganso llena de gente guapa. Odriozola es de esa clase de hombres favorecidos por los dioses que no pierden la dignidad ni cuando se ponen mocasines azules de ante. Esa es la prueba de fuego de la elegancia. Si yo saliera a la calle con mocasines azules de ante seguramente acabaría corriendo delante del general Custer y el Séptimo de Caballería. Me consta, además, que Odriozola es un buen compañero, educado y discreto; que jamás en su etapa madridista dijo nada en contra de nadie con el que compartiera escudo. Al revés. En ese aspecto, Álvaro Odriozola tiene la nobleza de aquel presidente (creo que de Portugal) que en cierta ocasión compartió carruaje con la reina Isabel II. El caballo se tiró un cuesco espantoso y la reina, muy elegante, pidió disculpas. “No se apure, majestad —dijo el presidente—, pensé que había sido el caballo”.
Que Odriozola cite a Dante en su despedida me pone el madridismo por las nubes. Demuestra además que no da puntadas sin hilo, pues sabe perfectamente que esta es una liga dantesca
El comunicado de despedida de Odriozola es un ejemplo de cómo se debe despedir uno de un club. A mí, que quieren que les diga, que un futbolista de mi equipo cite a Dante en su despedida me pone el madridismo por las nubes. Demuestra además que su autor es un tipo que no da puntadas sin hilo, pues sabe Odriozola perfectamente que esta es una liga dantesca.
Decía Tirso de Molina que los vascos son todos hidalgos. No tengo dudas de que cuando afirmo aquello pensaba en don Álvaro Odriozola con la camiseta del Madrid, que son dos de las cosas que sirven para recordarnos que aún queda nobleza en el fútbol español.
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Pues a mí me hubiese gustado que le hubiesen dado más oportunidades a Odriozola, cuando jugaba en la selección recuerdo que siempre que subía llegaba a la línea de fondo y la ponía, imagino que fué por sus aptitudes defensivas y no ofensivas por lo que no le pusieron más pero los jugadores también pueden mejorar si les das confianza y les entrenas específicamente para aquellos puntos débiles y un claro ejemplo es Vinicius.
Concuerdo contigo. Creo que Odriozola ha sido infrautilizado en nuestro club.
Excelente escrito. ¡Qué bueno!
Yo también creo que Odriozola ha sido desaprovechado. Nadie le ha dado oportunidades y cuando medio se la dieron (unos pocos partidos en el final de la segunda era Zidane), lo hizo bastante bien y hasta metió un golito.
Buenas tardes,
me habría encantado ver más a Odriozola. Nunca entenderé que no le hayan dado ni una oportunidad en los últimos años a pesar del pésimo nivel de Carvajal. Siempre ha sido un chico muy discreto y educado, espero que le vaya muy bien en esta nueva etapa.