Fue un partido glorioso de Kovacic –el mejor que le recuerdo–, culminado provocando el penalti, y quizá el más torpe de los jugados por Isco, irreconocible desde el primer minuto. Quien tiene boca se equivoca, por más que darle descanso en el segundo tiempo quizá habría evitado el espectáculo próximo al bochorno ofrecido durante gran parte de ese periodo, tras un magnífico primero.
Cuesta entender cómo quienes logran tejer un fútbol tan armónico, culminado con la vertiginosa jugada del segundo gol, pueden venirse abajo sin que corresponda a acierto o empuje del rival, ellos solitos, partiendo siempre del mismo descuido a la hora de sacar el balón recuperado. Así es, con todo, y no porque este deporte sea un estado de ánimo –tal obviedad corresponde más bien a la vida, y en particular a la belleza–, sino porque los entrenadores son tan blandos como sus muchachos, y consideraciones ajenas al rendimiento mueven a no aprovechar la posibilidad de hacer hasta tres cambios, renovando casi un tercio de su potencial.
Dios me libre, por lo demás, de negarle a Zidane su condición de timonel impar, independiente, afable e inventor de una dinámica que solo la distancia estética acabará perfilando, pues desde Rinus Michels quizá ninguno haya acertado tanto en la creación de huecos donde parecía no haberlos, al diseñar con ingenio y paciencia las progresiones. Por supuesto, nadie gana remotamente siempre, ni por ahora más allá del récord que estableció su propio equipo, y tampoco él está a cubierto de disparates y flaquezas.
Señalados por el primer gol, Casilla y Theo tuvieron ocasión de redimirse luego, sobre todo el primero tras una parada prodigiosa, y volvió a brillar un Lucas Vázquez capaz de abrir la remontada con su cañonazo colocado. También sobresalió Asensio, aunque no lograra sobreponerse al bajón de la segunda parte, y me gustó comprobar que Bale le cambió por completo la cara al partido, sugiriendo que bien podría haber salido mucho antes.
Estupefacto me deja, por último, el segundo error arbitral cometido a su costa en cuatro días. Como alegar que era córner le costó en Sevilla una tarjeta, en Leganés lo hizo muy tímidamente, pero ¿no es curioso que en tan poco tiempo se niegue a dos porteros el mérito de intervenciones salvadoras? Aunque errar sea tan humano ¿no es cínico intimidar al jugador, desafiando al público y a la cámara lenta, en vez de abrir los ojos?
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Otra crónica suya que vuelvo a hacer mía.
Saludos
Isco está volviendo a ser el jugador insustancial de las primeras temporadas, ralentiza la circulación del ataque y pierde balones en situaciones muy comprometidas para sus compañeros. Esperemos que vuelva a la dinámica del final de la temporada pasada.
Un 10 para Escohotado. Sana costumbre!!!
Un 11 para Escohotado, de acuerdo con su cronica.