Real Madrid: estado de desolación

Como preámbulo a este artículo, cuyo título ya les puede hacer ver por dónde va a ir la cosa, les recomiendo que acompañen a su lectura el Estudio Op.10 número 3 en mi mayor de Chopin, el cual, para que se hagan una idea, también es conocido como “Trsitesse”, traducción que voy a ahorrarme por obvia. Noche de otoño en Valencia cuando se hizo oficial el equipo con el que íbamos a jugar. Otoño puro y duro, con su lluvia, su día gris, su temperatura baja, a lo cual hay que añadir la situación moral por culpa de la pandemia y que en ese once inicial había unos cuantos sospechosos habituales, conocidos de otros episodios como el del Cádiz o el Shajtar Donetsk. Un equipo del que habrá que preguntarse, con el presupuesto que tiene,  por qué cuando faltan Ramos o Casemiro, se pasa frío. Y en la noche de otoño de Valencia no estaba el brasileño, al cual le deseamos una pronta recuperación lo mismo que a su compañero Hazard. Salimos a jugar con esa equipación color rosa que podría invitar al optimismo, a la alegría, pero ni por esas. Media hora escasa después del inicio del partido, el abatimiento se había instalado en el equipo.

Vinicius, que representa el júbilo en el campo, la efervescencia, que debería ser “La Primavera” de Vivaldi, se contagió, no de coronavirus, pero sí de “La Trsiteza” de Chopin. Asensio, al cual casi se le ha empujado a ser titular y que estrenaba regreso a la selección española, estuvo completamente ausente durante el tiempo que estuvo jugando (“jugando”, quería decir). Varane, que parece que fue secuestrado el pasado agosto en Manchester y cambiado por un hermano gemelo secreto y torpe, pareció corromper en sus modos hasta a Ramos, desastroso también. Y sí, incorporen a la receta la doble excentricidad de añadir los ingredientes de Marcelo & Isco (como contra el Cádiz) a los que hace por lo menos tres años que les envuelve una niebla que no sólo no se disipa sino que circunda todo lo que les rodea. Y Zidane también. Zidane, que se ha empeñado en jugar un 4-3-3 cuando todos vimos que el equipo se sostenía a la perfección con el clásico 4-4-2. Zidane que, por tratar de tener a toda la plantilla “en alerta” está haciendo alineaciones en las que hay jugadores que no deberían estar, que no deberían volver a ponerse jamás la camiseta del Real Madrid, ya sea esta rosa, ya sea esta blanca, porque con independencia del color, el escudo que llevan en el pecho es lo único que importa.

Zidane está haciendo alineaciones en las que hay jugadores que no deberían volver a ponerse jamás la camiseta del Real Madrid

Recuerden la frase de Bernabéu, muy conocida pero que conviene traer al caso dadas las circunstancias: "La camiseta del Real Madrid es blanca. Se puede manchar de barro, sudor y hasta sangre, pero jamás de vergüenza". Debería estar grabada en las paredes del vestuario de Valdebebas, debería ser el tono de llamada en los móviles de los jugadores, debería Adidas incorporarla en todas las equipaciones oficiales del club. La niebla envuelve al Real Madrid, a los jugadores y al entrenador. No alcanzo a comprender, porque no estoy ahí dentro, qué es lo que sucede, por qué lo que era el “Estado de Felizidane” se ha convertido en “Estado de desolación”, por qué la cabeza del divino calvo ya no ilumina como un faro entre la bruma. Espero que todo esto no sea más que una canción de otoño y que, cuando llegue la primavera, toda esta tristeza no nos haya dejado fuera de la disputa de los títulos, que no tengamos que ver la orilla desde lejos, embarrancados por no haber sabido navegar entre la niebla.

Fotografías Getty Images.