He visto trescientas veces el video del nuevo Santiago Bernabéu. Por lo general, soy un clásico irredento, desconfío de las bondades de las tecnologías y la modernidad arquitectónica me resulta tan atractiva como un pellizco en el ojo. Pero hay veces, pocas, en que la técnica y el buen gusto se unen para crear algo realmente bello, algo grande, algo a la altura de club y de la ciudad que acoge el proyecto. Sospecho que en 2022 se venderán más réplicas en miniatura del nuevo estadio que camisetas de Benzema, y camisetas de Benzema se van a vender un montón.
Dice estos días Florentino que, hoy en día, el desajuste que provocan los clubes-estado hace que puedas poner doscientos millones en la mesa y que aun así no te vendan a un jugador. Habrá quien piense que sería mejor invertir en futbolistas que en infraestructuras. Pero hay algo más: tener el mejor estadio del mundo es algo que, por el momento, no puede impedir ningún jeque. Y está claro que todos los futbolistas desearán, no solo jugar en el Madrid como hasta ahora, sino poder pisar el césped del nuevo Bernabéu.
tener el mejor estadio del mundo es algo que, por el momento, no puede impedir ningún jeque
En tiempos en que en lo deportivo hacemos lo que podemos con lo que tenemos, en tiempos en que el fútbol está en grave crisis, construir algo tan espectacular constituye un homenaje a la histórica grandeza del madridismo, a todo el fútbol en realidad, y al tiempo una oportunidad enorme de diversificar negocios e ingresos para el Real Madrid, además de un atractivo turístico de primer orden para la capital de España.
Quedaremos a cenar en el Bernabéu, pasearemos por sus renovados alrededores, saltaremos allí en inolvidables conciertos, asistiremos a competiciones de otros deportes, tomaremos trece copas —después de verlas en el museo—, compraremos en sus centros comerciales, recorreremos la cubierta perimetral haciendo el tour panorámico, y por supuesto, veremos ganar al Madrid. Y todo esto podremos hacerlo varias veces por semana. No sé si alguno de nosotros es plenamente consciente de la explosiva vuelta de tuerca que Florentino Pérez ha dado al viejo concepto del estadio de fútbol y, en cierto modo, al viejo modelo de negocio del fútbol, hoy tan obsoleto como mis artes de seducción.
No sé si alguno de nosotros es plenamente consciente de la explosiva vuelta de tuerca que Florentino Pérez ha dado al viejo concepto del estadio de fútbol y, en cierto modo, al viejo modelo de negocio del fútbol, hoy tan obsoleto como mis artes de seducción
No es casualidad que el nuevo estadio sea la foto de portada del esperado nuevo libro de mi querido Antonio Escohotado —con nuestro Jesús Bengoechea—, porque la leyenda de La forja de la gloria encuentra en esa imagen el momento histórico que hemos tenido la suerte de vivir, como el final de un camino de éxito y grandeza que será, al mismo tiempo, un nuevo y prometedor comienzo. Con la casa tan bien amueblada y las cuentas limpias, el Real Madrid será uno de los equipos mejor preparados para competir en el negocio del fútbol del futuro, que empieza mañana mismo. Es posible que llegue un día en que nuestro único competidor real sea una manada de jeques encendiendo puros con billetes gordos, pero incluso entonces podremos presumir de que al menos tenemos mejor gusto que ellos (estoy seguro de que a Florentino no se le ocurrirá instalar urinarios de oro en las nuevas oficinas del estadio).
Se me está haciendo larga la espera hasta poder entrar en la nueva casa merengue, lo confieso. Pero al menos por ahora podemos regocijarnos en el video que lo proyecta, y los que estéis jubilados u os dediquéis al infierno de la escritura, como yo, tendréis también la ocasión de apoyaros en las vallas a comentar el avance de las obras cada mañana, vieja costumbre del casticismo patrio. Sea como sea, pronto llegará el gran día en que veamos a nuestros héroes luchar por la Champions en el estadio más moderno del mundo, y celebraremos que el presidente y la dirección hayan tenido el arrojo y la visión de futuro de levantar algo así en la Castellana.
Será grande la tentación, cuando nos estén robando el partido, de pulsar el botón rojo del campo retráctil, y ver al trío arbitral caer por las juntas del nuevo césped en una nueva dimensión, donde estén actuando, no sé, Los Nikis. O John Lennon
Y, además, con tantas novedades tecnológicas, y con permiso del señorío que dulcemente se nos supone, será grande la tentación, cuando nos estén robando el partido, de pulsar el botón rojo del campo retráctil, y ver al trío arbitral caer por las juntas del nuevo césped en una nueva dimensión, donde estén actuando, no sé, Los Nikis. O John Lennon. Que allí todo será posible.
Te firmo ya ver en el Bernabéu a Lennon. ¿Llegará a tiempo McCartney?
El último párrafo es para enmarcar. Hombre, no dé tan buenas ideas jajaajaaa
No es la primera vez que , sin haber leído el artículo, me sucede que términos o expresiones muy concretas y determinadas aparecen exactamente igual en un texto de la Galerna. Recién ha ocurrido algo similar, aunque esta vez le atribuyo menor dosis de magia porque mientras leía también me he fijado en la foto ( ¡ qué importante es la imagen !), y se trata de la coincidencia en la idea, aunque uno ha pensado en un foso -con cocodrilos del Nilo- “ad hoc”. Ya está bien de que los “àrbitres” se vayan de rositas.
Los lumbreras de la prensa deportiva llamándolo lata de sardinas. Reventarian un detector de cuñadismo, no se puede ser más gañanes