Me inundaba el escepticismo al comienzo del partido a pesar (o puede que a propósito) de la presión del Athletic. Esas presiones iniciales tan típicas que son echarse al río porque uno se siente perdido de antemano. Yo esperaba la exhibición anunciada de Messi. Incluso más que eso unas cantigas con liras y laúdes de acompañamiento en su honor, en un entorno de velas, sirvientes, pajes y doncellas, que es como imagino yo una cabina de locutores en esta época medieval.
Me despertaba de mi ensueño al oír decir a Kiko: “Pelotaso”, transportándome de súbito a una caseta de feria animada con sevillanas y fino y jamón a tutiplén, que es lo que en realidad es hoy cualquier cabina que se precie. Yo es que soy un antiguo que quiere ver casi todo bajo un velo de romanticismo que me rajan a las primeras de cambio y sin escrúpulos. Y a veces hasta lloro.
Permítanme que me recree en el sufrimiento, pero es ver u oír a los Manolos, aunque sólo sea uno, y me entra un desconsuelo como cuando veía ‘Marco’ de pequeño. Fíjense qué horror. Siempre me acuerdo de aquello de Lama con el mendigo y me derrumbo. Me entra una pena horrible al contrario que a la mayoría. No veo esa imagen refrescante y portadora de felicidad que transmiten, como sendas botellas de cocacola, sino que me invade la sintonía triste de mi infancia: “No te vayas mamá, no te alejes de mí…”.
El caso es que Aduriz llegaba tarde a un balón. Tardísimo. Pero si hubiera sido contra el Madrid hubiese llegado en punto. Esto es así, oigan. Que no es lo mismo una seguidilla que un fandango. Los robos de balón del Athletic empezaban a despertar mi asombro. Era como una imagen en bucle, un vine: salir el Barcelona y aparecer un vizcaíno de ley con su pelo negro y duro y su apellido rotundo. Al Barsa le caían encima los nombres vascos que era un disfrute, perdónenme, por efímero que fuera, aunque empezaba a parecer que aquello no cesaría.
Eraso, Balenziaga, Susaeta, Sabin… como chuzos en San Mamés. Beñat llevaba una camisa de cuadros de franela y no podía parar de cortar troncos. En el minuto trece Iraizoz sacaba de puerta a puerta, Stegen la devolvía de cabeza y San José la enfilaba desde el medio campo para marcar un gol cuyo trazo dibujó en el aire Luis Enrique con la punta de su barbilla. Algo espectacular pero sencillo, bien hecho como una reflexión de Ramón Álvarez de Mon.
Yo seguía esperando a Messi, que está muy en forma como todo el mundo sabe. Estoy pensando en ponerme a escribir un artículo verídico acerca del argentino. Un artículo definitivo que glose el milagro de su vida y advenimiento. Yo quisiera alabarle de verdad, no como hacen todos, y empezaría como Platero: “Messi es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: ¿Messi?, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…”. El caso es que no sé si estaba comiendo naranjas, mandarinas o uvas de moscatel, pero Lionel no aparecía, y Suárez, también sin Neymar, corría semidesnudo por esas calles napolitanas suyas, rodeado de toda clase de animales domésticos en medio del olor a hinojo, a brea, a pescado y a clavel.
En cambio yo sí le veía, a la pulga, con un dominio absoluto del arte de caminar. Un “caminante andante” como orgulloso se definía Thoreau, o “un cruzado de corazón débil que acomete sin perseverancia empresas inacabables”. Había leído aquí en La Galerna que este jugador había superado a Cristiano, y yo anoche me restregaba los ojos sin poder creerlo.
Los bilbaínos atacaban como al toque de corneta, que era a todas horas, y cuando estaban lanzados se daban cuenta de que no tenían a nadie al lado. Pero daba igual. Los barcelonistas estaban en bata, la estrategia era una apuesta y el contraataque era tirar los dados que no paraban de sumar siete. Una ruleta cuya bola saltaba, pizpireta, de número en número. Adriano contaba estrellas subido a una parra y nuestro diez favorito levantaba las manos pidiendo con urgencia la ayuda arbitral. Luis Enrique miraba al campo como si dirigiese un manicomio y no un equipo campeón del universo. El Athletic abrasaba y, con ese aspecto de incógnito de vendedor de coches, Valverde descubría que lo que había debajo de esa corbata floja era un comedor de fuego.
En el centro del campo había puesto a funcionar tractores y arriba sólo faltaban ideas de esas que sólo pueden acabar siendo realidades si hay dinero. Puro talento de Lezama. Ya era la segunda parte y la táctica seguía siendo la misma: Pacquiao abrumando con golpes a Mayweather, a pesar del desgaste, por si alguno tenía la fortuna de llegar. Otra vez la nouvelle vague de Tiflis pero filmada con pies rojiblancos.
Sabin Merino despuntaba. Pedro mandó un error rival al larguero y el tango argentino perdía su embrujo jugada tras jugada. Lo vizcaíno era la anticipación, el descaro. Los huevos. Hubo una internada por la línea de fondo que acabó en gol de Aduriz que no se podría contar sin el desborde elegantísimo del joven Sabin, por el que, horas después encontraban a Alves, desorientado, caminando por los altos del monte Larrun, donde se escondía Zalacaín.
Allá por el minuto sesenta empezó a llover y yo me acordé de aquel fan de U2 en las Red Rocks, cuando afirmaba que sería un buen concierto porque llovía como en Irlanda. Aquí llovía como en Bilbao en día de fiesta grande. Susaeta cogió la pelota porque le apetecía, como toda la noche, y Alves, que vagaba por la yerba, se la entregó a Aduriz, que marcaba su segundo. En pleno destete (te guiño, Davide), salía otro cachorro (sólo faltaba Urrutia en el palco levantándolos como el mandril de 'El Rey León'), Lekue, justo antes de que se viera regresar a Alves de su aventura alucinante y provocar un penalti debido quizá al congelamiento no advertido de sus miembros.
Era un cuatro a cero que Kiko definía, ya cansado, con el vocabulario agotado y en plena liberalización y decadencia del periodismo, como “repaso guapo”, mientras en la caseta el jamón ya debía de haberse terminado y ninguna gana le quedaba a los guitarristas y a los palmeros. Yo empecé a pensar que lo del estado de gracia de Messi podría ser una campaña publicitaria que se estaba viniendo abajo en ese preciso momento, y me acordé de aquella imagen de Don Draper y Peggy Olson bailando mecidos por la voz de Frank Sinatra, como si estuviera contemplando el fantástico principio de la remontada.
Gran crónica, aunque como diría el personaje de Reservoir Dogs, "No empecemos aún a chuparnos las pollas".Hace ya años que los leones, fuera de su selva, se convierten en gatitos de angora, ni siquiera callejeros. Debe de ser que la raza degenera.
Más que lo de los gatitos, es el aviso del siempre sincero (e imbécil) Piqué: "en el Camp Nou, 90 minutos; yo creo". Si leemos entre líneas, veremos el mensaje cristalino: "lo de Ovrebo en Londres os va a parecer un chiste".
Yo tampoco me fío, Javier. Muchas gracias.
Definitivamente que buena crónica me encanta mucho de Usted la forma de narrar los partidos. Lo que han dicho Piqué, Mascherano y Luis Enrique pues nos hace pensar en la épica del Barza, gol en fuera de juego que lo dan por bueno, penalti inventado, expulsión de un jugador contrario, etc. pues esas cosas que hacen ellos para remontar marcadores.
Muchas gracias Anna!
Para no perder la costumbre gran crónica la suya y un placer para mí leerla.
Por cierto, para mí han perdido por exceso de confianza y por defecto de Messi, dicho esto, no descarto la remontada. Puede aparecer el Messi y un árbitro que no pite los penaltis descarados como el de Alves y sí uno ante una piscinita culé.
Saludos
No descartamos nada, pero mientras tanto disfrutemos. Mil gracias Uxi.
Lo reconozco, hoy he mirado el diccionario de sinónimos para calificar su crónica y me ha salido "babilónico". Se me han agotado los adjetivos. Lo que dice sobre Kiko es descacharrante.
Comprendo y respeto que a algunos galernautas les chirríe que haga crónicas sobre otros clubes que no sea el RM, pero, en mi caso, el placer de leerle compensa. Y entiendo que con lo que le paga D. Jesús tenerle semanas sin escribir sería un dispendio ;).
Un saludo D. Mario.
Querido M., a mí también se me han acabado las palabras para agradecerle sus elogios. Estoy encantado de que le gusten mis artículos y de que me lo haga saber tan amablemente. Trataré de corresponderle, si Dios quiere, este mismo lunes, y el martes, si Dios quiere de nuevo, tras el trofeo Bernabéu. Un abrazo.
Gracias, amigo.
Aprovecho la ocasión para aclarar que se decidió que Mario escribiese crónicas de estas finales del Barça en el entendido de que el madridista medio va en estos partidos con el rival del Barça, por lo que son partidos de la incumbencia del madridismo, quiérase o no y en mayor o menor medida.
En adelante, con la temporada ya en juego, solo se leerán en La Galerna crónicas de partidos del Real Madrid.