"Voz que clama en el desierto: preparad el camino al Señor. Haced rectas todas sus sendas". Is. 40, 3
Sigue la pretemporada pero ya volcada a su fin, ya orillando la fecha señalada en que veteranos y noveles hollen por vez primera el nuevo césped del Bernabéu. Se ha renovado, parece, y ello es bueno, porque a vino nuevo, odres nuevos, ya sabéis. Y va a ser esta campaña vino nuevo, de eso no hay duda, con entrenador a estrenar, con un revulsivo en el vestuario que me parece a mí que va a encumbrar a Lukita y a Kroos a ámbitos de, al menos, lugartenientes, ya que la estrella de históricos está o absolutamente amortizada o seriamente eclipsada y los que pisan, pisan fuerte.
No os puedo engañar y es cierto que soy un optimista cerril y feroz, militante, recalcitrante, a machamartillo, de rebuzno y coz si queréis, pero esta temporada que pugna ya por comenzar me tiene más ilusionado de lo normal. Yo no sé si son las sensaciones que me ha dado James, la inmensa alegría que me daría ver a Keylor y a Casilla ganándose el puesto cada semana en los entrenamientos o que ando estos días especialmente activo en la lectura de la profecía de Isaías y leyendo cosas como esta que, convendréis conmigo, tiene una sola lectura posible: "¡Ay, cómo tomaré satisfacción de mis contrarios, y venganza de mis enemigos!" (Is. 1, 40).
El caso es, amigos, que siento que esta temporada nos va dar muchas alegrías, y para ello es menester que comencemos a prepararnos. Como primera medida, leyendo todos los días el Portanálisis para tomar conciencia de que extramuros de La Galerna casi todo es desierto y casi toda palabra hostil al Madrid.
Como segunda medida, haciendo diariamente una pequeña meditación sobre la pregunta "¿Por qué soy del Madrid?" ¡Ay de quien no encuentre, al menos, una razón diaria durante los días que quedan hasta el comienzo de la Liga! No solamente hay que ser madridista, sino que es nuestro deber, como puntas de lanza del madridismo, poder dar razón de nuestra fe.
Y aquí tengo que parar para agradecer expresamente el magnífico artículo de Jorgeneo de hace unos días, donde hacía una exégesis perfecta del madridista y el bernabeísta, una diferencia que yo siempre he hecho entre cristianos y misanos y que el propio San Juan Pablo II hacía entre bautizados y cristianos, cuestión no baladí y por mor de la cual llamó fervientemente a la reevangelización de Europa. Y es que el artículo de Jorge merecería presidir esta sección de "Madridismo teológico", porque ¿qué mayor catolicidad (universalidad) que la del Madrid? ¿Quién tiene menos fronteras? Solamente el Señor, ya lo sabéis vosotros. ¿No es la historia de la Revelación del Señor calcada a lo que escribe nuestro compañero? Manifestado primero al Pueblo Elegido, muchos de sus fieles "de cuna" le dieron la espalda, estaban tan ocupados en sus ritos y teatrillos que ya hacía tiempo que habían dejado de tener relación real con Dios, y les parecía un follón aquello de renovar una fe, una pasión, una vida en fin. Y así, muchos de aquellos fieles con abono preferente por causa de nacimiento en el pueblo de Israel comenzaron a ser absolutamente ajenos a la historia y al devenir del Señor. Y claro, el Señor comenzó a enamorar a publicanos, meretrices y pecadores que se convirtieron ante el escándalo de los que se sentaban en la tribuna baja de la religión. Y en esto viene un griego a ser el mayor defensor de la fe ("¿Cómo vas a dejar la portería del Madrid en manos de un tío de Costa Rica?")
Uno no puede ser cristiano por defecto igual que no puede ser madridista por defecto. Y solo de los que son alguna de las dos cosas (o sea, ninguna de ambas) puedo comprender que pongan una mueca ante esta afirmación. Y los ha habido. Les reto a que hagan los dos ejercicios propuestos anteriormente y que comprueben si son capaces de dar razón de su madridismo (y de su cristianismo en su caso).
Mientras tanto, a todos vosotros os mando un abrazo y ¡Hala Madrid!
Grande lo que escribe. Me encanta.
Qué bien traída la comparativa entre bautizados y cristianos, y madridistas de cuna y sobrevenidos. Unos lo son por inercia, los otros por convicción. ¿Hace falta decir cuál de los dos grupos es más ardiente seguidor de su fe?