La metonimia es una figura retórica que consiste en nombrar el todo por la parte. Las canas por la vejez, el laurel por la gloria, ejemplifica didáctico el DLE. Se trata de una metáfora, y las metáforas son como aquella escalera de Wittgenstein que hay que tirar después de usarla para que no se convierta en una trampa y acabemos confundiendo las cosas con su relato. La estruendosa banalidad con que buena parte de la prensa reduce el inmenso partido de fútbol en que la Juve estuvo a un palmo de aguarle la fiesta europea al Madrid a un lance del juego no solo muestra un caso de manual de metonimia tramposa, prueba que además no han entendido nada del extraordinario potencial de fascinación social del fútbol ni de la naturaleza singular que entroniza al Madrid en su misma cumbre.
Cuesta reprocharle la rabieta a los jugadores de la Juve, uno comprende que si te matan a un hijo en la guerra el día anterior al armisticio el desgarro es aún mayor que si es víctima del primer mes de hostilidades, aunque el hijo esté igual de muerto. “Un decimo di rigore”, se delataba el venerable Gigi Buffon en el pospartido, como quien dice un poco embarazada, más trampas del lenguaje. Lo del Mundo Deportivo alterando la primera versión de la crónica y poniendo en portada una foto mentirosa –tanto da si hay Photoshop como si no– ya entra en el dominio de la Enciclopedia Soviética y el fantasma de Trotsky, periodismo sabandija a la altura de su público embrutecido. Pero yo he venido aquí a hablar de un partido memorable.
Hay partidos que forjan campeones y el de ayer es uno de ellos. Si el fútbol desata pasiones a las que no pueden aspirar otros espectáculos deportivos es porque se faja como ninguno con el azar. Llamamos así a una madeja enredada de detalles cuya acumulación hace casi imposible su previsión, como la vida misma. Una imprudencia de Sergio Ramos en la ida le sacó de la alineación de anoche. No parecía grave con el 0-3 del primer asalto, ni siquiera tras la lesión de Nacho el domingo. No cabe objetar gran cosa al desempeño de Vallejo y Varane, pero los desajustes de una pareja inédita de centrales algo tuvieron que ver en el testarazo tempranero de Mandzukic que de pronto convirtió en verosímil una remontada imposible. El mismo Ramos entendió que su concurso era imprescindible hasta el punto de jugarse su presencia en el siguiente partido: si no podía aportar su fútbol al menos pondría sobre el césped su liderazgo desde la banda. Luego veríamos al Madrid ahogado primero por la presión alta de la Juve y después sacudiéndosela a ratos. Allí nadie cedía, nadie se conformaba. Los que confunden el agobio del Madrid con la resignación no vieron esa espuela furiosa de Bale que todos los plumillas se dejan en el tintero ni a Varane haciendo retumbar el larguero de un cabezazo ni a Modric ni a Isco buscando todos los balones a campo abierto y por los rincones.
En el fútbol como en la vida hay golpes, yo no sé, como los heraldos negros de Vallejo (el poeta, no el futbolista), que a veces te rebotan en el pecho como ese balón a Keylor frente a Matuidi. Y hay hombres que los reciben como los demás y no se entregan a la melancolía, como Cristiano. Hombres que se transforman en Atlas sosteniendo el mundo sobre sus espaldas durante tres largos minutos de espera antes de lanzar un penalti. Tres minutos en los que cabe una vida, en los que un Buffon curtido en mil batallas estalla como un padre al que le han bombardeado la casa mientras Cristiano se ensimisma como un caballero en vela y ese pícaro escudero llamado Lucas Vázquez le guarda el balón como quien le saca brillo a la lanza para entregársela limpia de polvo y paja antes de la justa. ¿Es que nadie es capaz de darse cuenta de la belleza abrumadora, de la verdad deslumbrante que se despliega ante nuestros ojos sin que nadie haya escrito el guion? ¿Es que nadie se da cuenta de que en un universo alternativo en que el Madrid fuera la Juve y la Juve el Madrid, Buffon Cristiano y Cristiano Buffon, aquel se hubiera sacudido el polvo los escombros de la casa en ruinas para perseguir con la serenidad del iluminado el espectro de su imagen volando hacia la escuadra hasta interceptar con su manopla el cañonazo de este?
Veinticuatro horas antes, un equipo que va a ganar la liga española no salía de su asombro ante el asalto de once gladiadores insumisos subiéndose a sus barbas en el Estadio Olímpico de Roma. Un día después vimos a once adultos a los que el escudo les dice que la conjura de los detalles encadenados solo es posible embistiendo al miedo, posponiendo el asombro al vestuario, cuando el árbitro ha pitado el final. Hoy la prensa ancilar entona la canción mema del robobo de la jojoya. Que se vayan a tomar vientos y no interrumpan la conversación de los mayores.
Número Uno
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Odio ser 'fastidious', pero la figura literaria que consiste en tomar la parte por el todo, o viceversa, ¿no se llama, con más precisión, "sinécdoque" (como un tipo específico de metonimia)?
"[...] las metáforas son como aquella escalera de Wittgenstein que hay que tirar después de usarla para que no se convierta en una trampa y acabemos confundiendo las cosas con su relato".
Qué bueno. A las metáforas-trampa, a las muy violentas o, simplemente, a las muy torpes, yo las llamo "matáforas".
"La estruendosa banalidad con que buena parte de la prensa reduce el inmenso partido de fútbol en que la Juve estuvo a un palmo de aguarle la fiesta europea al Madrid a un lance del juego [...] prueba que además no han entendido nada del extraordinario potencial de fascinación social del fútbol ni de la naturaleza singular que entroniza al Madrid en su misma cumbre."
Yo aún diría más: prueba que no les gusta el fútbol. Ni, por descontado, el Madrid.
"Luego veríamos al Madrid ahogado primero por la presión alta de la Juve y después sacudiéndosela a ratos".
O sea, que podríamos decir (con perdón), que el Madrid, a ratos, "se la sacó". La presión. De encima.
"[...] y ese pícaro escudero llamado Lucas Vázquez le guarda el balón como quien le saca brillo a la lanza para entregársela limpia de polvo y paja antes de la justa. ¿Es que nadie es capaz de darse cuenta de la belleza abrumadora, de la verdad deslumbrante que se despliega ante nuestros ojos sin que nadie haya escrito el guion? [¡Esa tildeee! ¡Por todos los hiatos y los bisílabooos!]".
¡Bravísimo!
Gracias por su comentario. El deslinde de la metonimia y la sinécdoque es un asunto de mucho discutir, aunque parece claro que se trata de mecanismos retóricos de la misma naturaleza, como admite paladinamente el DLE en sus respectivas definiciones. A efectos funcionales, me vale como está en el artículo, aunque tampoco pasaría nada si hubiera puesto sinécdoque.
Respecto a la tilde que echa de menos en guion, la Ortografía de 2010 se la llevó por delante junto con la de truhan, por ejemplo. Esa es la norma vigente, aunque todavía persista el uso anterior.
La única explicación que encuentro al cambio de la RAE es que entienda que "guión" y "truhán" son monosílabos. Y en España (en otros países, no sé) no es así como los pronunciamos.
Amigos, no sé dónde habéis dejado al Jardiner. Puede que se esté recuperando de una lipotimia, pero me gustaría ver su crónica cuanto antes.
Saludos blancos
No sé si han visto las imágenes de Luís Suárez tras el gol de Manolas, moviendo los brazos en clara señal de "se acabó".
¡Qué diferencia si comparamos su actitud y la de un desaparecido (otra vez, ¿y van?) Messi con la de Cristiano Ronaldo en el Bernabeu!.