Adiós, 2019. La verdad es que has sido un año muy complicado para el madridismo futbolero. Sí, ya sé que los del baloncesto siempre cumplen y nos hacen sentirnos orgullosos, pero en fútbol nos has machacado bastante. Ya las cosas pintaban feas cuando mediado 2018, y con la Champions recién ganada, perdimos a Zidane y Cristiano de una tacada. Como año siempre tendrás esa defensa: las cosas se empezaron a torcer en 2018, pero aún así nos has dejado un enorme vacío de títulos y un Bernabéu con récords negativos de asistencia. Realmente en ningún momento nos has tratado especialmente bien durante el año, pero fue radicalmente cruel perderlo todo en sólo una semana. Aquella fatídica semana en la que volvimos a descubrir que ganar la Champions es un milagro. Tras el desastre nos trajiste de vuelta a Zidane y a todos se nos escapó una sonrisa, aunque hasta Zizou ha tardado un tiempo en volver a insuflar ánimo y magia a la plantilla. Porque mentiría si no reconociera que has sido un año que ha ido de menos a más. Pese a ese último empate ante el Athletic, la sensación ha sido de despedida con renovada esperanza. Porque tú sabes, 2019, que el Real Madrid es la permanente esperanza de que algo mágico y especial surgirá.
Parece que no paro de lamentarme, 2019, pero en realidad hay en mí también gratitud. Has sido tan horrible que me has mostrado lo maravillosos que fueron tus predecesores. Nunca he valorado tanto las tres Champions seguidas o las cuatro de cinco como aquella sombría noche ante el Ajax. Allí vi que aquellos jugadores eran humanos, aunque viniesen de hacer algo sobrehumano que quizá no hemos sabido dimensionar con justicia. Esa noche volví a saborear cada gesta del último lustro y renové mi esperanza de volver a disfrutar de algo inalcanzable para la mayoría de aficionados. Por eso, 2019, sé que has sido muy complicado, pero a la vez muy didáctico. Como madridista me vuelvo a sentir vivo en la esperanza de que en 2020 el Madrid lo volverá a hacer.
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