Yo estoy convencido de que al Barcelona no lo eliminó de la Copa de Europa ni el Atleti ni el Cholo, sino el abrigo de Zidane. O para ser más exactos, el espectro del abrigo de Zidane. El abrigo de Zidane se presentó una noche en Barcelona y el Madrid pasó de jugar con la banda sonora de Brahms (que era el músico de la resignación, como dijo Wagner, o acaso fuera Liszt) a convertirse en una cabalgata de walkirias anunciando el crepúsculo de los dioses y la caída entre llamas del Valhalla. El abrigo de Zidane suena a Wagner, y ya nos advirtió Woody Allen que cuando uno escucha a Wagner le entran ganas de conquistar Polonia, capital Camp Nou. Aquella noche el abrigo de Zidane quedó grabado en la retina del universo culé como el ángel de fuego que anuncia el final del mundo, y desde entonces el Barcelona anda abatido y cabizbajo, desnortado y aturdido como el boxeador cuya mirada perdida anuncia el inminente desplome sobre la lona. Yo creo que desde aquel día los jugadores azulgranas, cuando proceden con la rutina diaria de mirarse el ombligo al levantarse por la mañana, ven aparecerse el fantasma del abrigo de Zidane y vuelven a taparse inmediatamente, ahogando un grito de pánico con la derrota grabada en el rostro pavorido. El abrigo de Zidane es la marca de la muerte para el Barcelona, y ellos lo saben muy bien.
Aun en los días más grises yo siempre supe que el abrigo de Zidane era para el Madrid lo que la Biblia fue para Andy Dufresne: el lugar donde residía la salvación. El abrigo de Zidane trae la redención, no de Shawshank, sino de esa cadena perpetua a que quieren condenar a nuestro club el alcaide "Norton" Villar y su lugarteniente, el capitán Sánchez "Brown" Arminio. El abrigo de Zidane, como la Canzonetta sull´aria en la película de Frank Darabont, atesora esa hermosura que tiene el poder de derribar los terribles muros del presidio en que nos quieren encerrar. El abrigo de Zidane, en fin, nos recuerda a nosotros y a nuestros enemigos que el Madrid es una de esas aves que, como reflexiona Red en el mismo film, son demasiado bellas para permanecer enjauladas. Nadie sabe esto mejor que el barcelonismo, y de ahí su conciencia de perdedor, su incurable complejo de inferioridad, su rencor intextinguible, su mortificante envidia incluso cuando ganan.
El abrigo de Zidane tiene la elegancia distraída e inalcanzable de un dios griego. Zidane dando instrucciones desde la banda envuelto en su abrigo es la bailarina de Degas de casi dos metros que convirtió un melón caído del cielo en una descarga seca de artillería que atronó el cielo de Glasgow y lo llenó de fuegos artificiales; es el jugador corpulento de delicadeza improbable que, jugando de puntillas, originaba a su paso terremotos de fútbol imparablemente hermoso. Zidane vistiendo ese abrigo con la misma naturalidad que si hubiera nacido con él puesto encarna el valor último y primero del madrdismo: el de no conformarse con menos que la perfección, el de disputar con fruición, incluso con ansiedad, cada partido en busca de la victoria, como el que apura las últimas gotas de la cantimplora en medio del desierto, sin importarle cuántos partidos restan hasta el final. Porque el Real Madrid es un yonqui de la victoria y los adictos no atienden a razones, sino que se inyectan siempre el chute del momento como si fuera el último.
El abrigo de Zidane le recuerda a diario al Barcelona que hay cotas de excelencia que le están vedadas, que son tan inalcanzables para ellos como el palmarés del Real Madrid. El abrigo de Zidane es la bofetada en la cara que les ha despertado de su sueño y les ha devuelto a la realidad, la que ha ahuyentado su valor y lo ha convertido en miedo, la que ha golpeado inclemente el talón de Aquiles de ese gigante con pies de farsa sin necesidad de otra cosa que personarse ante él. El abrigo de Zidane es la victoria eterna ante el Barcelona, la constatación de que el Madrid siempre prevalecerá sobre el Barça como la belleza siempre prevalecerá sobre la fealdad y la virtud lo hará sobre la mentira. El abrigo de Zidane anuncia que se ha roto el séptimo sello y que los siete ángeles se disponen a tocar sus siete trompetas para acabar con el reino de la farsa, con el imperio asfixiante del barcelonismo tramposo y manipulador. El abrigo de Zidane proclama que la refundación del mundo, donde la virtud y la belleza volverán a reinar, está en camino. Ellos ya lo saben. Sabedlo también vosotros, madridistas.
Además es que le sienta como el bigote al guardia civil
ZZ cada día me recuerda más al Nosferau de Murnau pero en joven y guapo. LOL.
Sobre todo cuando mira fijamente a algún ciudadano periodista tras una pregunta estúpida en las ruedas de prensa. Yo si fuera ellos me acojonaría vivo ante mi inminente sangría. 🙂
Es un vampiro inmisericorde con el enemigo, un Vlad El Empalador modellllno, guapo y educado. E inmortal.
este articulo es realmente sublime
Tremendo y brillante. En la pelicula Andy es encerrado en el agujero negro y sale de alli bien parado, sin volverse loco, gracias a su privilegiada mente, en este caso es el madridismo que lleva en la sangre Zidane, el que le lleva a escapar por alcantarillas llenas de detritus y otros escrementos. Para salir de alli limpio y resplandeciente como el escudo que lleva impoluto en su corazon. PARTIDO INTRASCENDENTE. eso decian!!!!!!!!
Lo realmente sublime es el ingenio y la generosidad de los lectores de La Galerna, aka galernautas. Muchas gracias a todos.