Este fin de semana se ha consumado el sainete Mbappé. Por fin. En un espectáculo digno de los bomberos-toreros, anunció, en loor de multitudes, que se queda en el Peseyé tres años más. El Parque de los Príncipes lo festejó como si fuera un título y sus gradas, comportándose como un arrabal inmenso de París, se acordaron del Madrid y de Florentino, en la enésima prueba de la irrelevancia microbiótica de ese plastic club. Se agradece que la comedia no se haya alargado hasta el último día del mes de agosto, como ha pasado en estos cinco últimos años. El muchacho nos ha ahorrado la pasarela final de insiders, youtubers, streamers y twitcheros, la otra multitud que parasita hoy día la comunicación del y en torno al fútbol: el affaire Mbappé ha sido como una pústula abierta en la que han crecido todos estos homúnculos como si fuesen estafilococos. Los que vinieron a salvarnos del cutre y mediocritísimo periodismo deportivo tradicional son aún más pesados y farsantes que los Lamas de la vida, esa es otra de las grandes conclusiones de todo este asunto. Mbappé, con este circo, se ha consagrado definitivamente como el icono del neofútbol, un espectáculo global diseñado ex profeso para una masa neurótica, amnésica e infantilizada. Tal ídolo para tal mundo.
Mbappé le ha dicho nones al Madrid después de, según se dice, haberle dicho hace mucho tiempo que sí. Lo que jode no es que no venga sino que no venga para quedarse en el PSG, que es un Lille dopado: sigue siendo el tercer equipo de Francia a pesar de que el St. Etienne no gana una liga desde que De Gaulle era cabo y aún no ha sido capaz de igualar al Marsella, único francés campeón de Europa. Fastidia porque la historia de Mbappé parecía de cuento: un niño enamorado de la camiseta blanca, fascinado por la leyenda francófila del club, destinado a heredar las botas de Zidane y de Benzema, ungido por la Providencia para convertirse en el tercer gran jugador de la historia del mejor club de todos los tiempos. El niño se ha revelado un verdadero manipulador, un chantajista sentimental frío, calculador y sin alegría. Todo el mundo ha estado cinco años alimentando este cuento de hadas, recordando cómo en el viejo mundo los galácticos acababan en las manos de Florentino por ese sentido de la predestinación que rodeaban aquellas legendarias negociaciones y también por una cosa que suele olvidarse y es la elaborada ingeniería económica que hacía el Madrid para poder lanzarse a por los mejores futbolistas del mundo sin hipotecar su futuro de por vida ni arruinar su patrimonio.
El Madrid ha sido construido toda la vida por hombres libres. Mbappé no ha demostrado serlo
Todo ha resultado una gran mentira cuya lectura profunda tiene mucho más que ver con el cambio de paradigma no sólo en el fútbol contemporáneo sino en todas las cosas del mundo. Seguramente Florentino debió ficharlo en 2017, todo lo que ha venido después ha sido un esperpento. Los cara a cara a bordo del Pitina II y los fuoriclasse declarándose en rebeldía hasta que se les abrieran las puertas de la Casa Blanca pertenecen al pasado. Son tiempos que no van a volver, tiempos mejores pero muertos y enterrados. Los héroes del fútbol del siglo XXI prefieren dinero y oropel asiático en charcas menores a intentar la singladura del gran océano. ¡Como si en el Madrid fuesen a cobrar el salario mínimo interprofesional! Mbappé parecía diferente por su cara de niño grande y por todas las fotos que hemos visto de su cuarto empapelado con pósters de Cristiano, pero en realidad todo esto ha consistido en un tremebundo ejercicio de autoengaño colectivo en el que el madridismo ha soñado como si aún viviese en el año 2002. No obstante hay quien lamenta la distracción que ha supuesto todo esto durante las dos semanas previas al partido más importante de todos, la final de la Copa de Europa. Yo creo que más bien esto ha servido para lo contrario. Si la víspera de la batalla final por el mundo y por la vida es casi un mes de angustia eterna, un día dilatado tres o cuatro semanas en el tiempo, un día sin principio ni final parecido a la espera del preso en la cárcel, el show de Mbappé ha quitado el foco de encima del equipo y nos ha ayudado a pensar en otras cosas. Sobre todo, su sucio desenlace puede que incluso enrabiete a los jugadores del Madrid, que le ofrezca a toda la institución un motivo más de estímulo, añadido al papel de outsider que todo Dios ha convenido en otorgarle en esta final al equipo que ha ganado cuatro de las últimas diez Copas de Europa, al que ha disputado ocho semifinales en la última década.
Mbappé ha aceptado un trillón de petrodólares. A cambio de este dinero manchado de la sangre de los esclavos pakistaníes, hindúes, ceilaneses y bangladesíes que han levantado esas Nínives de oro y plástico en el golfo pérsico, dinero corrupto de una teocracia fuera del mundo, ha renunciado a cosas que todo ese dinero no va a poder pagar. El sábado verá la final desde su sofá de oro. La final, que se juega en su casa, albergará el duelo entre dos equipos que ya escribían su nombre con letras de oro en la historia del fútbol cuando su PSG no era todavía ni un pensamiento. Sobre el césped del estadio que encumbró a Zidane, donde hasta Anelka conquistó su trocito de posteridad con el Madrid, Mbappé no estará nunca. Como a Pelé cuando quiso ficharlo Bernabéu para juntarlo con Di Stéfano, dos Estados hermanados por el dinero y la conveniencia le han puesto unas cadenas que no ha querido quitarse. El Madrid ha sido construido toda la vida por hombres libres. Mbappé no ha demostrado serlo.
En el universo que han creado Ceferin, Nasser y toda la cohorte putrefacta que parasita las instituciones reguladoras del deporte, el dios de la nueva generación tenía que ser por fuerza un tirano caprichoso, un personaje maligno de videojuego
Cuando el Madrid fulminó a su equipo en diez minutos jupiterinos llegué a pensar que cualquier duda que tuviera Mbappé sobre su futuro había sido barrida por aquel viento huracanado que limpió el mundo de la ponzoña azul petróleo que él llevaba puesta. No sólo no entendió nada sino que se ha afianzado en su decisión de convertirse en el símbolo máximo de la prostitución del juego. La única manera de erigirse en el tótem de esta concepción podrida del fútbol, basada en la hipocresía impúdica más total, no podía ser otra que traicionando la palabra dada y engañando a todo el mundo. En el universo que han creado Ceferin, Nasser y toda la cohorte putrefacta que parasita las instituciones reguladoras del deporte, el dios de la nueva generación tenía que ser por fuerza un tirano caprichoso, un personaje maligno de videojuego.
Mbappé ha renunciado a ser todo lo que hoy es Karim Benzema. A todo lo que tiene Karim Benzema, quien el sábado saltará al Stade de France con el brazalete de capitán del Real Madrid Club de Fútbol. A cambio de un trillón de petrodólares, Kilian Mbappé ha renunciado a que su techo personal como futbolista sea tan alto como el cielo. ¿Qué tipo de futbolistas serían hoy Benzema o Luka Modric si nunca hubieran jugado en el Madrid? Hay determinados tipos de talento que necesitan, para desarrollarse, el riesgo, el estímulo y el atrevimiento que sólo puede ofrecer el Real. Hay un talento, el que parece que tiene Mbappé, que tiene que ser probado y purificado con el fuego, que ha de ser testado bajo la atenta mirada del abismo. En el Madrid, la necesidad de aspirar a la grandeza es parte de la rutina diaria. Eso sólo lo soportan los más fuertes. Mbappé ha renunciado a ser Zidane a cambio de ser una estrella más de la NBA. A cambio, ítem más, de ser el estandarte de la enebeización del fútbol, de su uso estratégico por parte de las teocracias islámicas, que han entrado hasta la cocina de Occidente comprándolo todo. Todo lo que le han vendido, naturalmente, porque no hay que olvidar la connivencia infame de Occidente en todo este asunto. Tampoco hay que olvidar que el mismo Real Madrid lleva a Fly Emirates en su camiseta.
A cambio de un trillón de petrodólares, Kilian Mbappé ha renunciado a que su techo personal como futbolista sea tan alto como el cielo. ¿Qué tipo de futbolistas serían hoy Benzema o Luka Modric si nunca hubieran jugado en el Madrid?
Dicen que Macron le ha prometido hasta ser el abanderado de Francia en los Juegos Olímpicos de París. El dislate ha sido total. Se han concentrado todas las fuerzas vivas de la plutocracia burocrática que desgobierna Europa ahora mismo y se han enroscado en el pescuezo del Madrid como si fueran las cabezas de la hidra. Han intervenido todos: las autoridades de la República francesa, que tiene vendida su alma desde hace tiempo al oro negro arábigo y que maneja de facto la voluntad de eso que se entiende hoy por Unión Europea. O sea, que el Madrid ha tenido delante a la nación más poderosa de Europa, a la intriga parisina y a una UEFA corrompida hasta la médula. Mbappé se ha dejado convertir en un pelele político. A cambio de un trillón de petrodólares se ha dejado levantar como el gran becerro de oro de la colusión franco-qatarí, que es el eje por el que pasan todas las líneas que mueven hoy el mundo, desde San Petersburgo hasta Londres, Dubai y Pekín. Mbappé ha elegido ser todo lo que cayó liquidado estrepitosamente por aquel rugido del Madrid en marzo: el equipo de los que no tienen equipo, el equipo de los que ya no siguen el fútbol, el equipo de la generación skills a quienes el fútbol les da lo mismo porque ellos son de nombres, no de clubes, de métricas inventadas por el FIFA, de las luces que brillan hasta cegar en el escaparate del esquizofrénico zoco que es ahora el negocio. Ha elegido ser el ídolo de los chándales que pueblan la geografía urbana en todas las metrópolis europeas, chándales, mochilas, gorras y camisetas que proclaman con estridencia cromática la hibridación absurda a la que están forzando al fútbol y al baloncesto. Mbappé ha elegido ser el ídolo de un mundo chabacano y tiktokero que no digiere nada que no sea instantáneo, un mundo sin paciencia para ver un partido entero, un mundo desarraigado que no recuerda quién es. Lo de estos últimos días ha sido un verdadero despelote, hasta en el sentido textual de la palabra. Las expansiones de zafiedad de su familia en las redes sociales representan todo lo que el Madrid, en París, luchará por abatir, pues la mera existencia del Real y su trayectoria hacia esta final son la refutación del estado de cosas a que han conducido al fútbol.
Mbappé ha renunciado a unirse a la rebelión del Madrid contra la postmodernidad. En su lugar va a encabezar esa postmodernidad. Ya ha encendido el pebetero de esa cosa aberrante en la que priman más las celebraciones estúpidas y las stats de pacotilla por encima de la esencia natural del juego, que es buscar la victoria por encima de todas las cosas. El mundo de Mbappé es un mundo al que yo no quiero pertenecer, un mundo desconectado de la tradición. Esa rebelión madridista no está exenta de críticas ni puede estarlo: la administración deportiva de Florentino ha parecido errática muchas veces a lo largo del último lustro y sus claroscuros han condicionado la respuesta del equipo al reto de superar la segunda mejor época de su historia. Pero con el gasto neto más bajo de la élite en esos cinco años, ha acumulado dos Ligas, dos semifinales de la Copa de Europa, un título y otra final. La presencia del Madrid en el Stade de France el sábado es un milagro, quizá el canto del cisne de todo lo que está siendo arrollado por el dopaje financiero de todos los clubes que se están aprovechando de ser utilizados para blanquear intereses geopolíticos bastardos a través del fabuloso escaparate del fútbol. La rebelión madridista contra el Leviatán insuperable del oro sucio es la rebelión de la virtud, del orgullo y del trabajo, valores todos ellos pasados de moda pero que el sábado a las 9 de la noche volverán a ponerse en pie ante el equipo del holding americano que viste de rojo y se dice del pueblo. Una vez más. Sin Mbappé, como en los últimos 120 años.
Getty Images.
Antonio, creo que es uno de los mejores artículos deportivos que he leído nunca, aquí o en cualquier otro medio. Enhorabuena. Al parecer la presión institucional del gobierno y las clases altas francesas han tenido mucho que ver. Al chico le han lavado la cabeza convenciéndole que le hace un favor a la patria y se está convirtiendo en un héroe para toda la nación. No es cierto. Primero porque otros jugadores antes como Zidane, Benzema, Kopa, Ginola o tantos otros fueron ejemplo para los franceses saliendo al extranjero, al igual que Nadal nos hace sentirnos orgullosos cuando gana Roland Garros. Segundo porque la excusa de que su marcha le resta credibilidad a la Ligue es mentira, ya que es la propia Francia la que permite al PSG competir dopado contra equipos infinitamente inferiores en presupuesto. ¿Qué habrán pensado Lyon, Marsella o Lille de lo que ha ocurrido esta semana?
Para esculpir en mármol !!
Excepcional trabajo de un maestro, enhorabuena y amén don Antonio!!!!
Fantástico, pero creo que ya vale con el tema Mbappé.
Final de la UCL el sábado, no sé si alguien lo recuerda.
Abrazos madridistas.
Chapeau Antonio,no se puede explicar mejor la dura y triste realidad de lo que es el fútbol actual.
No se puede explicar mejor, Antonio. Ahora, y hablo por mí, a pensar en la final sin dedicarle una palabra más a ese sujeto que ha quedado a los ojos del mundo como un pelele, incluso para los de esos antimadridistas que tanto se alegran. Hala Madrid: intentaremos ganar otra Copa de Europa sin Mbappé, como en los trece casos anteriores.
Antonio eres el faro que ilumina el camino, sigue asi. Excelencia pura!
Excelente artículo. De matrícula "cum laude". Un placer poder leerte.
Y ahora a por la 14. Y mi apoyo al presi, que siempre intentará lo mejor para el Madrid.
Madre mía, literatura en formato artículo. Como se puede escribir tan jodidamente bien. Yo, a mbappe hasta lo exculpo, un poco. La presión a la que debe haber sido sometido por dos gobiernos debe ser too much para un chaval de esa edad. Ojo, no digo que no haya sido un pesetero o no tenga parte de culpa. Agua pasada, no mueve molino. Nosotros, a nuestra final, otros, a verla por la tele. Hala Madrid!!!!
Muy pero el colega de Abellan en enero ya estará filtrando que en dos años halland y en 3 Mbappé estaran deseando jugar en el Madrid y asi otros 5 años
Excesivamente visceral. El articulista, obviamente, no tiene todos los ases en la mano, pues hay una falta de información asombrosa en el affaire Mbappe. El tiempo dará y quitará razones.
Casi me hace saltar una lágrima. Y es que antes de leer este estupendo artículo he estado viendo el estupendo Informe Robinson sobre el Trinche Carlovitch. El Trinche decidió ser leyenda. Este señor, simplemente rico.
Cada vez que leo los últimos artículos, en este y en otros medios asociados al madridismo, relacionados al caso Mbappé me hacen pensar en el Caso de la Novia Despechada.
Confieso que por muchas razones me "desmadridizo" cada día más - más de cincuenta años como seguidor del Madrid que tocará guardar en algún momento en el Cajón de los Recuerdos- y que no me emocionaba para nada que se contratara al sr Haaland y el sr Mbappé. Razones que hacen que no me sienta tan afectado por la tragicomedia en relación a la posible contratación del jugador francés.
Finalizo comentando que tengo la sospecha que las contrataciones que ha hecho y está haciendo el club madrileño pueden ser muchísimo más exitosas de lo que parecen. El tiempo lo dirá...y el madridismo sonreirá merecidamente.
P.S. Por cierto, entre ser Leyenda o ser Multimillonario yo siempre escogería lo segundo. Gusano que es uno...jejeje.
De acuerdo con José Gallardo Moya. El articulista no ha dormido en varias noches por el coraje que tiene, veremos en el futuro algo mas cercano a la realidad. Veremos a nuestro club el sábado y ya olvidemos esta telenovela. Abrazo a todos.