Ante la atenta mirada de Bill Murray, los fantasmas inquietaron algo pero no llegaron a atacar al Jefe, y el Real Madrid se plantó en la final de la Euroliga por tercer año consecutivo, esta vez en busca de la Duodécima. De lograrla, serán dos seguidas, y habrá igualado un récord que viene de los 50 y del Madrid legendario de Ferrándiz.
El partido comenzó con una exhibición brutal de ambos equipos desde el exterior, con Musa y sobre todo Hezonja francamente inspirados y una respuesta acorde por parte del equipo griego. La acostumbrada eficiencia defensiva de Tavares, con un gran tapón, y algunos robos de balón, dieron pie a un ligero despegue blanco, con 14-8 en el ecuador del primer cuarto bajo la dirección maestra de Campazzo.
El Madrid se iba haciendo dueño del rebote y Musa no aflojaba desde el perímetro, lo que reforzaba el ascenso del Madrid, sostenido sobre una gran defensa que forzó varias pérdidas de balón de los de Barzokas. Para colmo de males griegos, Tavares empezó a carburar en ataque también. El Madrid anotaba desde fuera y en la pintura, acrecentando la sensación de impotencia de sus desarbolados oponentes. Yabusele se sumó a la exhibición, implacable de tres y en penetración.
Al comienzo del primer cuarto se llegó con un rotundísimo 28-10 y la sensación de que mucho tenían que estropearse las cosas para bloquear el camino a la Final. El Madrid era una máquina impía.
Aunque el segundo cuarto comenzó con una pájara ofensiva notable, todo volvió a cobrar un cariz de normalidad a resultas de un gran triple de Musa, que había entrado en acción junto al Chacho y Poirier. Un maravilloso alley oop del francés, canónicamente asistido por el Chacho, asentó las sensaciones de que las cosas volvían a la senda apalizadora.
El Madrid seguía forzando innumerables pérdidas de balón y afianzaba su seguridad en el rebote. Al ecuador del segundo cuarto, un 2+1 de Yabusele hizo al Madrid doblar a Olympiakos en el marcador (42-21). Un triplazo de Sergio Rodríguez y otro alley oop de Poirier hicieron el marcador aún más apabullante (47-24), dando la sensación de que la pregunta era más por cuánto que otra cosa. Barzokas pedía tiempos muertos enternecedores, suplicando a micrófono abierto a los suyos, desdibujadísimos, que no bajaran los brazos. Lo decía literalmente, habida cuenta de la pasividad defensiva de su escuadra. Llull también se sumaba a la fiesta, reduciendo poco a poco la ambición de los griegos a la opción de bajar de los veinte puntos de margen. Al descanso lo lograba. 56-37. Enhorabuena, sólo 19. Yabusele, no obstante, advertía al descanso de la tendencia de Olympiakos a remontar marcadores abultados.
El comienzo del segundo tiempo hizo pensar que no andaba desencaminado el de Dreux. Un 2-14 de parcial sembró la inquietud, aunque un tapón de Hezonja y un posterior triple del mismo calmaron las aguas. Dos triples de Williams-Goss (la ley del ex también sirve en baloncesto) certificaron la reacción de Olympiakos, que además de recortar puntos parecía recuperar parte de su juego habitual, totalmente extraviado en la primera mitad. Los blancos la perdían con la misma facilidad que sus oponentes en el primer tiempo, pero unos inspiradísimos Musa y Hezonja y las chapas de Edy aplacaban algo la reacción. Un triple de Peters, no obstante, dejó la ventaja en unos psicológicos 10 puntos que obligó a Chus Mateo a pedir un tiempo muerto del que el Madrid retornó con una mandarina providencial de Llull. Dos tiros libres de Poirier desembocaron en un 71-58 al término del tercer cuarto.
Peters descerrajó al comienzo del último cuarto un triple que devolvió los 10 puntos de distancia. El baloncesto nunca deja de demostrar que un simple segundo es un mundo. Yabusele respondió con otro, pero lo propio hizo un homérico Williams-Goss. Tan cierto era que el marcador era más inquietante como que el Madrid no se descomponía, a pesar de que Hezonja estragó su acierto desde el triple. Williams-Goss volvió a elevarse, mortífero, y reventó la barrera psicológica de los 10 puntos, colocando el 76-67 que acrecentó la preocupación. Quedaban 6 minutos y algunos segundos. Un mundo.
Con 79-69, el Chacho se elevó para dos puntos tranquilizadores, pero los griegos habían recuperado definitivamente el acierto exterior y las metían de tres. Para colmo de angustia, Tavares cometió la quinta, aunque la ventaja no bajaba de los 9-10 puntos. El Madrid carecía de inspiración pero tiraba de oficio, en contraste con la ingenuidad de Olympiakos. A falta de 1:34, Campazzo robó un balón que cedió a Musa para su canasta fácil. Se antojó una jugada decisiva, y cuando Musa volvió a anotar tras una asistencia de lujo del Chacho todo indicaba que lo peor había pasado. 15 arriba y el susto había pasado.
"Así, así, así gana el Madrid" en la grada, Bill Murray incluido, y a la Finalísima.
PD: No está documentado que Bill Murray lo cantara, pero tampoco lo contrario.
Aunque en la primera parte le sacó una gran ventaja, en los dos últimos cuartos ha estado incluso mejor el Madrid, cuando salieron a remontar los del olympiakos el Madrid le supo sujetar y no dejar ni que se llegara a acercar mucho y tirar por tierra esa gran ventaja que tenían.
El mejor equipo de Europa, el domingo hay que certificarlo.