A la primera, recuperado el factor cancha, eliminado de un sopapo el escenario terrible que se dibujaba el viernes de haber perdido hoy. A la primera de las finales que tenía el Madrid en Estambul, respuesta de altura. Lo decía Llull, que había que volver de Turquía con el billete de la Final Four en el equipaje. Se dice en el mundo del baloncesto que en el primer y tercer partido de una serie al mejor de cinco duelos está la clave. Pues bien, el Madrid ha cumplido con esa verdad no escrita y ha allanado mucho su camino para volver a Estambul en mayo, pero ya como un equipo de Final Four.
Unos tiros libres de Brad Wanamaker, otro no podía ser, acercaron peligrosamente al Darussafaka Dogus a falta de tres minutos para la conclusión del duelo (74-77). Fue ese el momento más peligroso de la noche turca para un Madrid que dio el paso adelante que, como equipo, se le requería. Alejado del recurso exclusivo a las individualidades, que también le sirven y muchísimo, el cuadro de Laso es un equipo mucho más solvente. Y si a una actuación global y coral se le une el acierto de dos, tres o cuatro piezas, los merengues se convierten en un plantel terrible, por momentos inabarcable.
Doncic supera el ‘Rookie Wall’
Pasa siempre, hasta en las mejores plantillas con las mejores estrellas. Sucede que hay un momento en que su joven figura atraviesa por un periodo de ineficacia, de falta de acierto. En Estados Unidos, que tienen nombre para todo, lo llaman el ‘Rookie Wall’, esa etapa que afrontan todos los novatos de dudas, de nubosidad mental, de mal juego. Doncic no es un novato al uso, pero por su juventud se puede aplicar perfectamente esta definición. Y a él le ha durado este fenómeno dos partidos, los dos jugados ante el Darussafaka en Madrid.
Fue llegar el esloveno a Turquía y dejar atrás las lágrimas del viernes pasado. Laso lo colocó de titular, primer espaldarazo para él. Doncic entró finísimo al duelo y respondió al gesto de su entrenador con 8 puntos en el primer cuarto y una personalidad que a veces asusta para sus 18 años recién cumplidos. Junto con él, Anthony Randolph, otros 8 tantos, mirada asesina, inteligencia para aprovechar las ventajas que le estaban dando tanto Luke Harangody como Will Clyburn. No hay mejor jugador que ese que se ajusta a lo que sabe o puede hacer en un instante determinado. No hay mejor pieza que la que no se sale del guion que le marca el encuentro y que si lo hace, es sólo para mejorar.
Con 17-26 y las piernas frescas por parte de los visitantes acababa el asalto inicial. Reanudado el duelo, fue el turno de Jaycee Carroll, que encadenó un 3/3 en triples, bien apoyado por un Lull más eficaz y menos salvador (no hizo falta) quien, incluso así, se permitió el lujo de cerrar el partido con una bombita que dejaba el marcador en 81-88.
Al descanso el Madrid viajaba con medio tercer partido conseguido, Othello Hunter con sus acostumbrados buenos minutos, Draper atacando todo lo que se movía y en general, la idea de que este sí era el Madrid de Laso y no el que vimos en los dos primeros enfrentamientos.
El Darussafaka, una garrapata
Al regreso de los vestuarios, con 33-46 en el electrónico y el Madrid ligeramente superior en aspectos tan vitales como son el rebote, y el rebote ofensivo concretamente, la noche iba por el buen camino. Y sin embargo, si por algo se ha caracterizado el Darussafaka es por su carácter férreo, por su espíritu que no se pliega a la rendición. Llegó el Madrid a ir dominando por 18 (37-55) pero un 8-0 de los chicos de Blatt redujo la sangría.
Desde ese momento, desde es parcial encajado en apenas minuto y medio, y tras el tiempo muerto de Laso, el Madrid gestionó muy bien el marcador, a pesar de que si tienes un rival delante con Wanamaker o Andre Zizi todo es susceptible de empeorar.
Afrontaba el Madrid el último cuarto con ventaja suficiente para no sufrir el miedo del abismo. El 58-70, con un monumental Ayón antes y después, era una buena renta, a pesar del 25-24 en contra del anterior round. Un último empuje del Darussafaka, liderado por un Wanamaker que con sólo penetrar ya puede sembrar inquietud en la zona, acercó a los suyos al citado 74-77. Sin embargo, el Madrid tuvo el aplomo de hacer lo que mejor sabe: jugar al baloncesto. Gestionó con maestría los tres minutos finales y entró en un intercambio de canastas que, a la larga, le iba a beneficiar. Un solo fallo del rival, seguido de un acierto propio, sería definitivo. Y así sucedió. Llull, con un tiro elevado lateral, selló el 81-88.
No, el Madrid no ha cumplido los deberes con firmar una victoria en Estambul. A pesar de que sabe que un hipotético quinto partido sería en casa, a pesar de jugar con esa red, no es suficiente con este 2-1. El remate debe darse este viernes. Sí o sí.
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Buenas tardes, crónica exacta de todo lo que ocurrió ayer en la chancha de los turcos
excepto en una faceta que yo no se porque usted hasta ahora no ha tocado lo más
mínimo desde que comenta ( afortunadamente) en La Galerna, la arbitral, hay veces
sobre todo en los partidos importantes que me tomo la molestia de contar las posesiones
( cuando ataca) que el Madrid pierde por decisiones técnicas de los árbitros, faltas en ataque
se muevan o no los pivots en los bloqueos, pasos, dobles, zonas, técnicas etc.....
Ayer cuando nos pitaron por tercera vez falta en un bloqueo, ( que siempre acaba en triple de Carroll,
que por supuesto no vale) del cabreo sideral que cogí, dejé de tomar más estadísticas, hay tiene
usted una de los motivos por los cuales nos remontan 18 puntos, el arbitraje de ayer fue criminal
miedo da pensar en la semifinal. Ojala rematemos el viernes
Saludos blancos, castellanos y comuneros
Nota: Es una obviedad pero de las perdidas del Madrid provocadas por decisiones técnicas de
los árbitros, resto las del equipo contrario para sacar el neto