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80-90: De mareas y naufragios

80-90: De mareas y naufragios

Escrito por: Pablo Rivas23 septiembre, 2024
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Por mucho que se quiera disfrazar de homenaje en el centenario de la muerte de Joseph Conrad, parece un cliché demasiado obvio el empleo de la metáfora del naufragio en una crónica deportiva. Bien, reconozcamos que se trata de un recurso facilón, pero el cronista debe entregar su página a tiempo y ¿se les ocurre a ustedes una imagen más gráfica que la del barco que hace aguas para describir el primer cuarto madridista? Hay que tener una templanza enorme para resistirse a comparar esas embestidas violentas del Unicaja que hacían zarandearse, casi de manera literal, a los defensores blancos, con las olas de una tormenta destinada a hundir el transatlántico merengue. Al fin y al cabo, la propia afición malagueña acepta de buen grado el apodo de marea verde. Cómo rehusarnos a estirar el concepto para abarcar lo que se veía en la pista.

Si las excusas aportadas por el columnista para justificar sus limitaciones son difícilmente asumibles, al Madrid inicial directamente no le quedó ninguna convincente que alegar. La zozobra del equipo fue absoluta en el primer período: por mar, por tierra y por aire. La diferencia física que ya se preveía como consecuencia de la preparación andaluza para la Intercontinental se vio agravada por una actitud indolente que permitió al Unicaja arrancar con un indecoroso parcial de 21-5. Las recuperaciones se encadenaban, fruto de una presión instigada por un Ibón Navarro con sangre en el ojo, y la defensa verde dificultaba cualquier recepción en la pintura. Los intentos madridistas de penetración resultaban estériles, mientras que en su propio aro los balones entraban como en una piscina.

Llull y Garuba

La diferencia de agresividad fue subsanada en el segundo cuarto, después de algún tiempo muerto de Chus Mateo en el que no repartió excesivos elogios a sus pupilos. El Madrid comprendió que, neutralizado su faro caboverdiano a lo largo de todo este torneo, la única opción de conseguir puntos era cerrar los ojos y aguantar los palos, confiados a su acierto desde el 4,60, aunque fuera con las manos doloridas. Ayudó mucho la obstinación con la que empezaron a luchar por el rebote ofensivo, con Deck, Ndiaye y Garuba entregados a la causa. A los mandos estaba el de siempre, Campazzo, con su acostumbrada disposición estoica para gobernar la nave en la peor de las tempestades. El conjunto de Mateo fue horadando poco a poco la defensa malagueña, llegando al muelle del descanso con una distancia muy asumible. 45-49.

Esta Supercopa ha puesto de manifiesto que quedan bastantes tareas pendientes, tanto en el ajuste de los roles como en la confección de la plantilla. Necesarias de subsanar para competir con auténticas garantías

La segunda mitad comenzó con una nueva aceleración por parte del Unicaja. Perry, Carter y Taylor convertían las posesiones en un suspiro, convencidos de que más vale intentar un tiro veloz heterodoxo que mascar en exceso la jugada. Tavares completó una actuación más que discreta —su más/menos en pista no estuvo a la altura de su jerarquía—, y a Ibaka se le vieron costuras hasta ahora ocultadas en su recién estrenada segunda etapa madridista. Mientras tanto, en la pintura contraria se erguía la figura de un excepcional Yankuba Sima, quien parecía haber acumulado toda la capacidad de intimidación de los pívots madridistas. De nuevo contra las cuerdas, el Real se aferró a la tabla salvadora del rebote. La remontada estuvo a punto de consumarse mediado el último cuarto, pero tras el 73-74 alcanzado a lomos de Llull vinieron varios fallos por parte del menorquín. A continuación, varias canastas quirúrgicas de un hasta entonces desaparecido Kalinoski reabrieron una brecha que ya no se pudo cerrar. Los esfuerzos finales de Campazzo y Garuba resultaron emotivos, mas una falta final del argentino sobre Alberto Díaz, discutiblemente señalada en ataque, dejó sin tiempo a los madridistas.

Campazzo

La marea verde se salió con la suya y alcanzó un triunfo merecido. Es cierto que el meritorio ahínco del Madrid consiguió evitar que el término naufragio pueda ser usado en puridad. Quede reservado, pues, únicamente para la crónica del columnista, incapaz de hallar alegorías a la altura. Aunque conviene recordar que el blanco no es un club habituado a las coartadas y a la indulgencia. Esta Supercopa ha puesto de manifiesto que quedan bastantes tareas pendientes, tanto en el ajuste de los roles como en la confección de la plantilla. Necesarias de subsanar para competir con auténticas garantías y para alejar de nuevo la tentación recurrente de la iconografía de los naufragios de la mente de los agoreros. Hágase, por respeto a Conrad y a los anhelos de los aficionados.

 

Getty Images.

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Un comentario en: 80-90: De mareas y naufragios

  1. A los nuestros les paso como tantas veces a los del fútbol. No se puede salir al campo con los restos tudavia de un coma etílico

    Otra vez será pero ojito con esta advertencia

    Y de paso Aúpa mi Rayito que ayer se comió al equipo del pueblo sobre todo en el primer tiempo por juego y por garra, así que las carreritas del Cholo que se las de hoy en la Casa de Campo

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