En época de vacas flacas lo pertinente es caminar sobre lo seguro. El Madrid entró en esta serie en uno de los valles que han jalonado esta temporada de altibajos, y la pérdida del primer encuentro de la eliminatoria por precipitaciones impropias desató aún mayores inseguridades. El mérito del partido de ayer consistió en soterrarlas con empeño e intentar explotar la magnitud de Tavares, colosal durante todo el encuentro.
Dentro de su irregularidad el Madrid mostró deseo y carácter impregnado de nerviosismo en momentos cruciales. Esta es la dinámica del grupo ahora mismo y resulta complejo escapar de ella. También le costó entrar en el partido como en los anteriores, un desapego con el juego colectivo en estos minutos iniciales que tanto están condicionando la serie. Aquí hay una clave de mejora sustancial a la que hay que poner remedio.
En esta tesitura, el Madrid tuvo que recurrir de nuevo a la experiencia y clarividencia de Sergio Rodríguez y de Rudy. Su entrada provocó la fluencia del juego, y entre ambos agigantaron la figura de Tavares. Encaminado el Madrid por la senda de la mejoría, la desventaja decreció desde los quince puntos (28-13 y 34-19) a los tres cuando se llegó al intermedio. La defensa en zona volvió a servir en esta ocasión para ralentizar la ofensiva serbia, dándose la circunstancia curiosa de que sus tiradores comenzaron a errar en tiros francos cuando venían de mostrarse casi infalibles. Pero, en fin, el baloncesto no son matemáticas y las defensas zonales juegan con este impacto psicológico.
El mérito del partido de ayer consistió en soterrar las inseguridades con empeño e intentar explotar la magnitud de Tavares, colosal durante todo el encuentro
La reanudación nos trajo la sorpresa de un entonado Williams-Goss que comenzó a afianzarse en defensa y en aciertos relacionados con la concentración, hasta derivar en una determinación que no le conocíamos vestido de blanco. Un testimonio de coraje en esos momentos de responsabilidad de los que muchos huyen o los toman con el espíritu encogido. Suyo fue el triple decisivo, pero también una racha de aciertos que mantuvo la anotación al cerrarse la defensa de forma implacable sobre el omnipresente Tavares.
El resto de compañeros fueron alternando aciertos con equivocaciones por despiste o malas decisiones, incrementadas en el último cuarto por una ansiedad que impidió cerrar antes el encuentro, como en el primero de la serie. Eso sí, el esfuerzo de todos fue mayúsculo, como el de Hezonja ejerciendo de reboteador. Musa nos dejó penetraciones certeras, pero parece haber extraviado su tiro de lejos, que esperemos que vuelva en cualquier momento. Los buenos tiradores también tienen sus rachas.
En definitiva, el equipo cumplió con el objetivo principal exponiendo carácter en un ambiente eléctrico en el que hasta Obradovic mostró tensión por momentos. Mañana tendremos el cuarto asalto, que se prevé no muy diferente del resto, salvo que el Madrid ate sus nervios, la circulación del balón comience a fluir y mejore el porcentaje de triples, bastante pobre en lo que va de eliminatoria. Amén, claro, de que la defensa se muestre más sólida y no tan intermitente.
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Está muy complicado.
Joe: "Musa nos dejó penetraciones certeras, pero parece haber extraviado su tiro de lejos ...". Yo creo que Musa ha extraviado el tiro de lejísimos, por reiteración y abuso. Tiene que volver al tiro de lejos, alternarlo con la penetración y la media distancia. Y dejar el de lejísimos sólo para casos excepcionales, que igual hasta lo mete.