El Real Madrid de baloncesto ha prolongado el idilio con la vida en el que se encuentra el club desde hace unas semanas. Quince días atrás, el equipo de fútbol amarraba la Liga en Málaga. El sábado 3 de junio, la 12ª Copa de Europa. Y el domingo 4, los hombres de Laso volvían a la ciudad andaluza para certificar su clasificación para la Final de la ACB. Será la sexta consecutiva, sin fallo desde 2012, todas con el vitoriano al frente. Hasta ahora, el rival había sido el Barcelona, pero en este curso habrá uno distinto, Baskonia o Valencia.
El Madrid espera desde la atalaya de su 3-0, el descanso merecido tras doblegar al vigente campeón de la Eurocup, un Unicaja que sabía que su misión era imposible. Merecían una victoria en las semifinales, un encuentro al menos, como pedía Plaza. Ese premio pareció que iba a llegar durante la tarde del domingo, por aquello de que con 2-0 uno se puede relajar, esperar al cuarto, tomarse un pequeño aliento con la red de la ventaja adquirida. Sin embargo, nada de esto va con el Madrid, que borró de un manotazo todas las sensaciones arrojadas tras el duelo que abría la serie, donde muchos pensamos que podría ser una eliminatoria larga. Nada de eso.
Nunca, con el formato 2-2-1, un equipo había levantado un 2-0 en unos playoffs de la Liga Endesa. Además, en el 45% de las ocasiones en que un plantel se colocaba con ese marcador, la serie se definía con 3-0. El Madrid no falló ni a una estadística ni a otra.
Empezaron los locales fuertes, aguerridos, como cabía esperar en un buen equipo, digno competidor, y más delante de su gente, que bien se puede dar por satisfecha este curso, aunque ahora el 3-0 haga daño. Un 6-0 de inicio para el Unicaja no puso nervioso a su rival, con Laso todavía sentado en el banquillo, relajado, por fuera al menos. Ya habría tiempo de sufrir y de andar por la banda, pues la tarde iba a ser movida.
Ese arrojo del Unicaja se fue diluyendo ya en el primer cuarto, en una sucesión de errores que, unidos a un Madrid atroz desde el triple (0/7 en estos diez minutos de tanteo) dejaban el 14-11 en el electrónico. El Unicaja ya había dejado vivo al Madrid una vez. Como diría Plaza después, si perdonas a un equipo de esta potencia, lo pagas.
Aunque tardó en pasar por caja el equipo andaluz para abonar su culpa. Sostuvo el tempo del duelo gracias a Carlos Suárez, encendido con tres triples, dentro de una campaña muy buena del alero de Aranjuez, que pide a gritos una merecida y buena renovación. La vida no siempre acaba en el Madrid, aunque pueda empezar (28-20).
Nocioni y Llull conectaron el foco triplista del Madrid. Si los de Laso sumaban de poco en poco, y a veces de tres, y el Unicaja estaba pésimo en tiros de dos y sólo vivía de las luces del triple, tenemos la explicación de por qué tanta gloria exterior únicamente servía a los verdes para marcharse a los vestuarios con dos puntos de ventaja (33-31).
Al Madrid no se le perdona dos veces
En el tercer cuarto, otra vez se despegó el cuadro malagueño, al baile de Alberto Díaz. El 52-43 puso las alarmas, relativas, en el banquillo visitante. Ese momento representó el último en el que el Unicaja fue amo y señor de la tarde. No remató al Madrid, que poco a poco fue cogiendo ese tono machacante que puede eliminar de un plumazo, y en cuestión de segundos, todo el trabajo previo. Esta vez, esa labor le tocó principalmente a Randolph, quien lideró un parcial de 0-8 para arrimarse al enemigo con diez minutos por jugarse. Un triple y un tapón suyos, más una canasta de Doncic y otro acierto de tres de Taylor cercenaban la esperanza del Unicaja de no irse de vacacione. No al menos hoy.
A falta de siete minutos, una canasta de Reyes, sucedida de una técnica a Plaza, ponía por delante por primera vez al Madrid (56-58). Momento de Díaz, jugador de galones sobrados y demostrados; también de Eyenga, perfil especial y de unas cualidades espectaculares. Ambos tiraron del Unicaja para hacerle soñar otro poco. Pero, con el encuentro ajustado, quien más tenía que perder era el lado local. Quizá ahí fallaron las piernas, afloraron los nervios, se nublaron las vistas. Todo eso sabemos seguro que no le pasó al Madrid, con Llull más corto en anotación pero inmenso en repartir juego (9 asistencias, para que luego digan) y Carroll apareciendo un segundo para ahogar el 44% de triples que en ese momento llevaba el Unicaja.
El impulso postrero de los campeones de la Eurocup, a golpe de triplazos casi imposibles, fue la mejor manera de caer (73-76). Pero estaba todo imposible. Delante tenían al Madrid, que no entiende de caminos largos y que cortó por lo sano las semifinales. Había prisa por llegar a la sexta Final de la ACB consecutiva. Había prisa por cerrar un fin de semana único para el club. Otro más.
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