La temporada terminará como tenga que terminar, pero la sensación después del deslumbrante espectáculo que el Madrid ha brindado a su hinchada ante el Sevilla es que el mejor Madrid, el que dejó al mundo boquiabierto en Cardiff (el mejor partido de la Historia según Antonio Escohotado), el que no solo ha ganado dos Champions seguidas sino que se las apañó para desafiar lo más arduo del villarato para hacerse con la Liga nacional, está de vuelta.
Los más nostálgicos del vértigo del segundo año de Mou se apresurarán a apuntar a la ausencia de Isco para explicar el retorno a lo fulgurante, el contragolpe letal, la centella clínica. Es indudable que hay dos registros distintos, uno con el malagueño y otro sin él. Sería no obstante injusto no resaltar que cada partido es un mundo, y que este se puso desde el minuto uno tan de cara para jugar sin Isco como otros partidos amanecen o evolucionan especialmente propicios para el de Arroyo de la Miel.
El partido, sí, se puso de cara para jugar sin Isco desde tan temprano como el momento en que Nacho rebañó un error defensivo en córner en contra del Sevilla para inaugurar el marcador cuando algunos piperos aún apuraban la penúltima en el José Luis (se habla mucho de la tendencia pipera a marcharse pronto pero muy poco de la propensión a llegar tarde). A partir de ahí, la maquinaria funcionó con tal grado de perfección, y a tal frenética pastilla, que resulta difícil glosar lo sucedido sin sucumbir a los grimosos términos del publirreportaje.
Con la excepción del inaugural de Nacho, y del penalti costosamente transformado por Cristiano, todos los restantes goles del primer tiempo fueron un prodigio de precisión y lucidez a la velocidad del rayo, que es cuando la precisión y la lucidez alcanzan su verdadero mérito. Antes del penalti, Cristiano enchufó implacable un espléndido servicio de Asensio tras superlativa maniobra individual, solo un rato antes de que Kroos y Achraf rematasen contraataques de libro gestionados por Cristiano, por Benzema, por ellos mismos, por la alegría de vivir. El clarísimo 4-4-2 que esta vez dispuso Zidane pudo responder en parte a la intención de tapar las inquietantes alas del Sevilla, pero pretendía también (tal vez en mayor medida) el cambio por el cambio; el Madrid del toque se estaba tornando previsible y había que nacer, aunque sólo fuera tácticamente, para no morir. Vaya si resultó. El Madrid lució fresco, rejuvenecido, y ni uno solo de sus jugadores se mostró por debajo del notable, con varios de ellos ampliamente instalados en el sobresaliente.
El segundo tiempo fue a beneficio de inventario, pero qué inventario más diligentemente jugado, con su cabezazo de Benzema al palo entre los activos más destacados. Llorente y Ceballos se unieron a la fiesta antes de hacerlo Isco, quizás el mejor jugador del equipo hasta esta altura de la temporada. Las paradojas están para asombrarnos pero también para ser recordadas.
No me voy a meter con Isco porque sería injusta, aparte que sería un indemostrabale decir que ha vuelto el juego rápido porque no estaba el malagueño. Creo que el tempranero gol de Nacho nos sacudió nervios, cadenas y angustias de otros días y después del 2º gol ya no hubo rival en el campo. Todo fue una sinfonía.
Me gustaría señalar la solidaridad en defensa de todos nuestros jugadores, empezando por Cristiano y Benzema en un día en el que estábamos un poco en cuadros por las sanciones. Hoy aparte del esfuerzo y del gran fútbol desplegado nos ha salido todo a pedir de boca porque el gol no se nos ha resistido como venía pasando durante toda la temporada.
Saludos
Hay que jugar los 90 minutos y machacar y machacar y volver a machacar
Espero que hayan disfrutado grandes entendidos del fútbol como Julio Salinas y Cristóbal "de" Soria.
Esquizofrenia...... Blanca.....