No parece casualidad que este Madrid napoleónico, que marchaba con ritmo imperial por Europa y la piel de toro, fuera a sufrir su primera derrota aquí, en Leipzig, donde el General Bonaparte iniciara su gran caída militar.
Acuciado por las lesiones y para evitar el infausto destino del marido de Josefina, Carletto diseñó una revolución a su manera. Sin Modric, sin Karim y sin el Pterodáctilo Valverde, malherido por un navajero que responde en el barrio al nombre de Papu, los Ancelotti introdujeron hasta cinco cambios en el once. Oportunidad (merecida) para Asensio, también para Camavinga, descanso para Carvajal propiciado por Lucas, Nacho en el eje de la defensa y Rüdiger en el lateral izquierdo. No tardarían por cierto y ante el inminente desastre en intercambiar sus posiciones berlinés y madrileño.
Arrancó el partido con una ovación de un minuto a Dietrich Mateschitz, dueño de Red Bull, que, nunca mejor dicho, dio alas a un ciudad de escasa tradición balompédica, un club y un equipo que ya se ha codeado en fiestas de alto copete con lo más granado del fútbol europeo, una suerte de Mercadonos de Sajonia. Así las cosas, enardecidos por los decibelios germanos del estadio, no tardó ni sesenta segundos Courtois, de nuevo bajo el arco, en desbaratar una peligrosa internada de Forsberg. Brava puesta en escena de los del Toro Rojo, que tan buena imagen dieron en el Santiago Bernabéu, y aún pendientes de certificar su pase a los octavos de final ante el aguerrido Shakhtar. El Madrid, por el contrario, con aíre de turista confundido, perdido dentro de un folleto de un museo bizarro de Centroeuropa.
Aunque por un momento los once de Carletto amenazaron con espantar a manotazos ese aire de indolencia, el Leipzig, verdugo del Atleti en cuartos de final de la Champions 2019-2020, golpearía primero a los doce minutos a la salida de un córner botado por el exmadridista magiar Szoboszlai. André Silva remató a gol de violento testarazo, pero se topó con la manopla imposible de Courtois. Gvardiol, que no es el primo croata de Pep —que sepamos— aprovechó el rechace también con la cabeza para anotar el primero.
En el lapso entre ambos goles el Leipzig podría haber añadido incluso algún tanto más a su cuenta
Un 1-0 antes del cuarto de hora que pudo ser peor y peor fue. En el 18´, un balón extraño, rebotado entre las piernas de Tchouaméni, acabó por caer cerca de Nkunku que marcó con zurda furiosa tras astillar el larguero de Thibaut. En el lapso entre ambos goles el Leipzig podría haber añadido incluso algún tanto más a su cuenta.
Se le atragantaba el chicle a Ancelotti.
El Madrid trató de serenarse a partir de amasar el balón, aunque fuera sin superar líneas, y así fue como encontró por primera vez a Vinicius que disparó fuera. Sintomático que la perla brasileira apareciera por primera vez a los 24 minutos. Camavinga, lejos de su vigorizante efecto como revulsivo, trotaba somnoliento sobre el verde mientras el equipo de la bebida energética lucía por el contrario plenamente hiperactivo. El Real, demasiado estático, pastoso.
O el Madrid entendió que su mejor baza para ganar el punto que certificara su primer puesto de grupo era marcar antes del descanso o el Leipzig acabó por bajar tan frenético ritmo. Probablemente, ambas cosas. Fueron los mejores minutos de los merengues, agitados, cómo no, por sus jóvenes puñales brazucas. Fue primero Rodrygo quien malogró un contraataque con un disparo algo escorado, después Vini con un latigazo seco a la salida de un córner que despejó con apuros Blaswich. También pudo sentenciar el Leipzig después de un error en la salida de balón —ahí hay noticia— del jerarca Toni Kroos.
Y precisamente cuando el primer tiempo agonizaba, Asensio, combativo y con criterio, rompió a su par y sirvió desde la derecha un centro tenso y precisó que Vini envió tenso y preciso con la testa al fondo de la red para hacer el 2-1 y clavar una banderilla merengue al toro rojo.
El Leipzig al diván y espadas en todo lo alto, máxime cuando Rüdiger metabolizó un codazo del exsevillista André Silva con sus tiernos ojos de demente. No me gustaría tenérmela con Antonio que aguantó como un jabato los jaramagos de Nkunku dentro del área a los cinco minutos de reanudarse el encuentro. Despejó por encima del larguero un instante antes de el línea levantara el banderín. Los tiempos modernos.
Fue un hecho aislado. El Madrid abandonó la actitud contemplativa del primer tiempo y toque a toque comenzó a erosionar al Leipzig, aún sin ocasiones claras, hasta que en el 52´ Tchouaméni estuvo a punto de castigar una imprudente pérdida de los sajones. El austriaco Schlager despejó su franco remate en el área tras pase de Vini.
A lomos de Lucas Vázquez, con una autopista en la derecha propiciado por un Asensio empotrado en la medular, el Madrid encadenó varios soponcios infructuosos para los locales. A falta de media hora para el final el campeón de Europa albergaba aún motivos para la esperanza; esa que dicen que es la última que se pierde pero que jamás abandona al madridismo. Incluso con Hazard calentando en la banda.
Allí seguiría por el momento el bueno de Eden mientras Alaba y Carvajal entraban en el campo en detrimento de un esforzado, pero poco lucido Nacho, y un voluntarioso pero desacertado Lucas. El español Dani Olmo, cual yanqui perdido en la Corte del Rey Arturo, hacía lo propio en las filas del Leipzig.
Un buen pase interior de Eden para el centro de Asensio acabó con el disparo de Vini desde cerca fuera por centímetros. El Madrid se fue decididamente a por el partido y lo pagó caro. Ése fue su canto del cisne
Los minutos transcurrían, la primera derrota blanca de la temporada se adivinaba en el horizonte. Pudo anticipar su llegada Werner en el primer balón que tocó saliendo también desde el banquillo. Su disparo cruzado se marchó fuera por poco. Por algo se llama Timo.
El partido se convirtió en aquello que se ha dado a llamar correcalles. Un atropellado Vinicius, si bien rodeado cual enemigo público número uno, acabó convirtiéndose en el asidero del Real al partido. Mientras tanto, ahora sí, entraba Hazard por Kroos para la recta final del choque. Medidas desesperadas.
Precisamente un buen pase interior de Eden para el centro, esta vez raso, pero de nuevo tenso, de Asensio acabó con el disparo de Vini desde cerca fuera por centímetros. El Madrid se fue decididamente a por el partido y lo pagó caro. Ése fue su canto del cisne.
Con Alaba demasiado en vanguardia, una galopada por la izquierda de un incansable Simankan acabó con un pase de la muerte para Werner que sentenciaba el partido en el 80´. Eso me pasa por llamarle Timo. De un presumible empate al gol decisivo del encuentro, en tanto que el penalti sobre Rodrygo en tiempo de descuento, y que convirtió el propio paulista, apenas sirvió para maquillar la derrota.
Un Madrid de retazos, premundialista catarí, incluso, cae por primera vez esta temporada. Aunque lo de esta noche en Sajonia tendrá arreglo ante el Celtic en el Bernabéu, el campeón pagó cara una indolencia inicial y demasiado habitual de la que debiera tomar buena nota y que en otras latitudes de la competición es eminentemente letal.
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