Resulta que sí, que había plantilla para aprovecharla más de lo que lo estaba haciendo Zinedine Zidane. Y ha sido el propio Zidane el encargado de demostrarlo. Ante el Borussia Dortmund lució un once con una interesante mezcla de titulares y suplentes. En la segunda mitad aumentó su apuesta metiendo a Ceballos y Marcos Llorente. Se vieron las grietas habituales, especialmente en defensa, y esas desconexiones que tanto daño hacen al Real Madrid, pero también hubo buen juego, al principio del partido y en una media hora final más que notable. Hay luz al final del túnel.
Theo estuvo gigante en su banda, Kovacic sigue creciendo y demostrando que puede tener sitio, Borja Mayoral enchufó la primera que tuvo y cerca se quedó de hacer doblete, Ceballos generó muchas ventajas cuando Zidane decidió brindarle, por fin, la oportunidad que merecía, y Llorente se mostró seguro y consistente. La segunda unidad está lista. Y tiene fútbol. Sólo necesita continuidad para exhibirlo. Esa continuidad que Zidane supo dar a las rotaciones en la 2016/2017 y que necesita rescatar ahora en plena marejada y con el calendario a punto de comprimirse.
hubo buen juego al principio del partido y en una media hora final más que notable
Pero vayamos por partes. El comienzo fue esperanzador, de pura Copa de Europa, de ese Madrid nervioso que huele la sangre cuando suena el himno con el que vive un idilio eterno. Atropelló al Borussia Dortmund con un vértigo propio del pasado más reciente. Borja Mayoral hizo el 1-0 picándola con clase y Cristiano Ronaldo firmó el 2-0 con un disparo perfecto desde la frontal. El portugués cambia hasta su rostro cuando juega en Europa. Luce sonrisa y no frunce el ceño. En sus últimos once partidos en Champions League ha marcado diecinueve goles. Casi nada. Todo empezó una noche templada en el Allianz Arena. Ninguno imaginábamos que el recital de aquel día iba a convertirse en un terremoto de ocho meses. En este último partido europeo de 2017 Cristiano se reencontró consigo mismo y mandó un mensaje de tranquilidad de cara a lo que viene. Está fino, con ganas, generoso y vuelve a intuir los goles.
El 2-0 alivió tanto al Real Madrid que pasó de gustarse a dormirse. Las fisuras en defensa salieron a la luz y lo que era un equipo serio, junto y solidario pasó a ser una suma de individualidades desacertadas y una insufrible cadena de errores. Aubameyang lo empató él solito y Varane se volvió a lesionar. La noche pintaba fea. Sin embargo, fue Zidane el que mantuvo el pulso sereno y no cambió el guión que ya había planificado horas antes. Pese a la dureza del marcador -un 2-2 tras ir 2-0 por delante- y el nerviosismo de un Bernabéu en horas bajas, el francés metió a Ceballos y Llorente -Asensio entró antes-. Mejoró el Real Madrid y lo agradeció la gente, que estuvo cerca de convertir los minutos finales en un choque eléctrico de cuartos de final.
El asedio dio sus frutos cuando Theo, de cabeza, encontró a Lucas Vázquez para que este rematase a la red desde la frontal. Lo celebró el Real Madrid y el madridismo como si fuera un gol importante. Y quizá lo sea. Al final del túnel apareció esa luz que parecía imposible de llegar con un único plan. Zidane reaccionó a tiempo, aunque habrá que ver si lo mantiene en las próximas batallas o lo deja en flor de un día.
Aubameyang empató el partido sí pero, lo empató en claro fuera de juego. No tan claro como el que señalaron a Cris en el gol que le anularon.