Entre las múltiples trampas de la Liga, la mazmorra de los bucaneros siempre es especialmente peligrosa. Vallecas es un techo levadizo con muchos y afilados pinchos untados en curare, que lentamente desciende hasta aprisionar mortalmente a los incautos. Poco tiempo tardó en acreditarlo el fenomenal Rayo Vallecano que ha construido con seriedad un vasco, Andoni Iraola, sin la fanfarria del rapsoda Paco Jémez. No en vano, el Madrid, hasta esta noche, había cosechado nueve victorias en sus últimas diez visitas. Incluso se animó a abrir el encuentro del lunes con una filigrana de Vinicius en el primer minuto. Fue un espejismo.
A los cuatro minutos, una fulgurante penetración por la izquierda de Fran García, habitual canterano merengue y eterno opositor al regreso a la Casa Blanca, concluyó con un centro tenso y preciso que Comesaña remató hábilmente con colocación a gol. Me quemas con la punta de tus dedos, decía el homónimo cantante de Amistades Peligrosas. Lo que quemaba al Madrid en el cepo vallecano era precisamente el balón. Apenas Pterodáctilo Valverde trató de rebelarse al infortunio con un disparo lejano. Otro mero espejismo. Mientras tanto Vini veía una prematura amarilla por un tibio pisotón que, cómo no, provocó media docena de vueltas de campana y Courtois evitaba el segundo antes de concluir el primer cuarto de hora.
El Madrid, cortocircuitado en la salida de balón, comenzó a añorar a Kroos y su batiscafo para escapar de las abisales profundidades vallecanas
El Madrid, cortocircuitado en la salida de balón, comenzó a añorar a Kroos y su batiscafo para escapar de las abisales profundidades vallecanas. En los momentos de zozobra merengue, que se prolongaron durante casi todo el partido, el hincha blanco apenas pudo agarrarse al escandaloso caño con el que Mendy jorobó al canterano colchonero Camello. Colchonero tenía que ser, triste consuelo.
La respuesta del intenso Rayo fue un insólito y auténtico soplamocos que Balliu propinó a dos manos sobre los cachetes de Vini que, por supuesto, no sancionó nadie. El VAR, exhausto tras lo de Sevilla, también optó por hacer la de Pilatos. El tercer espejismo.
Isi probó fortuna desde lejos ante un líder decadente que sufría para atravesar el mediocampo. Tchouaméni era incapaz de detener las acometidas de un rayo que no cesa, Modric vivía dentro del laberinto, Valverde no encontraba pista para correr.
Y Kroos, en pantuflas.
Sin embargo, a los 35 minutos, el más fino de los merengues, un redimido y batallador —sí, batallador— Asensio porfió por un balón prácticamente perdido dentro del área que arrebató a Fran García que, inocente, cometió un penalti no sancionado en directo por el árbitro. Esta vez en la ruleta rusa del VAR la bala fue para el adversario.
De repente, y sin merecerlo, Modric empataba con un penalti anticlimático. No se habían repuesto los locales del sorprendente empate merengue cuando a la salida de un córner botado por Asensio Militao se deshacía de su torpe marcador para hacer el segundo tanto del Madrid. Violento testarazo tras elástico escorzo. 1-2 a los 41 minutos.
Y de repente, el Real, ufano y complacido por su inesperado triunfo momentáneo, volvió a las andadas. Apenas un minuto después la defensa blanca dio nuevas muestras de su fragilidad cristalina permitiendo que un centro lateral acabará llegando a Álvaro García que empaló a la red con fiereza. Esta vez no hubo milagro de Thibaut.
2-2 al descanso con esperpéntico teatrillo de Balliu buscando la segunda amarilla por un codazo imaginario de Vinicius. Sí, el del soplamocos.
No cambió el guion al regreso de los vestuarios. El Madrid, de nuevo timorato, parecía otra vez sorprendido por la ferocidad de un Rayo cuya fuerza se desgañitaba reclamando penaltis y faltas delirantes. Al final no lo serían tanto. Mientras tanto Carvajal pisaba mal y caía dolido, al parecer muscularmente, sobre el verde vallecano.
No cambió el guion al regreso de los vestuarios. El Madrid, de nuevo timorato, parecía otra vez sorprendido por la ferocidad de un Rayo cuya fuerza se desgañitaba reclamando penaltis y faltas delirantes
Aguantaba el tirón el Pitbull de Leganés y Sergio Camello cabeceaba lejos del palo. Sesenta minutos después, el Madrid no sabía como desactivar tantos dispositivos malignos de la trampa rayista. Ver a Modric hacer desesperados aspavientos invitaba a cundir el pánico, el liderazgo del campeonato, en la puerta del embarque del puente aéreo. El que tuvo que tomar las de Villadiego fue Andoni Iraola en el banquillo vallecano. Roja por no sabemos. Se chivó el cuarto árbitro como no podía ser de otra manera.
El partido transcurría a tirones, con un Madrid flácido, tratando de encontrar un chispazo en la conexión de sus jóvenes perlas brazucas, voluntariosos pero extraviados, y el Rayo, erre que erre, más pendiente del vídeo que del verde. Tanta insistencia obtuvo su premio con uno de estos penaltis insultantes de hoy en día por mano de Carvajal tras un rebote en un centro.
Todo absurdo.
Veterano y curtido en mil batallas, Óscar Trejo se aproximó a los once metros. Courtois detuvo el penalti, pero el VAR, de nuevo el dichoso e insufrible VAR, determinó, esta noche puntilloso, que medio juanete de Thibaut no pisaba milimétricamente la línea de gol.
Esta vez Trejo no falló. 3-2. La trampa Vallecana pasaba a ser Cube. Desgraciadamente la película arbitral, la de siempre. Tchouaméni, triste actuación, dejaba su lugar a Camavinga. Poco después lo hacían Mariano y su peinado en lugar de Modric. A la desesperada.
Minuto 80. Diez tardó en generar una nueva ocasión cuando Rodrygo, inoperante, malogró a medio metro del gol una fenomenal asistencia de Asensio, el mejor del Madrid. Sólo quedaba la épica en un largo descuento de +8.
Mayor fue así la agonía.
Finalmente, lentamente murió el Madrid, atrapado, enredado, asfixiado en el ardid vallecano. Se burló de la fortuna cuando, tras tremendo sofoco, se puso por delante inmerecidamente en el marcador para dilapidar su renta en apenas un minuto, un suspiro antes del descanso.
El Real lo paga no sólo con la derrota, sino que se despeña de la cima del campeonato en los albores del mundial catarí de la vergüenza… si nada se remedia esta semana.
Getty Images.
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