Ocurre que cuando se ha empleado muchas veces la palabra histórico, este término que de por sí lleva conlleva algo trascendental pierde valor. Eso mismo, seguramente, pensamos muchos cuando vimos cómo la selección de Gareth Bale se cargó a una de las favoritas a campeonar y alcanzó las semifinales. Realmente lo de ayer fue lo histórico sobre lo histórico. Que un equipo con solo tres jugadores de primer nivel esté entre las cuatro selecciones que van a optar a convertirse en la mejor de Europa sólo se puede entender desde el convencimiento de que una estrella como Bale hace que sus compañeros se conviertan, cuando juegan con él, en cenicientas por una noche.
El partido no pudo empezar peor para los galeses. A los doce minutos ya perdían por un golazo desde fuera del área de Nainggolan. El contexto parecía el peor posible: un gol abajo, teniendo que llevar el peso de la ofensiva-por tanto menos espacios- y la siempre amenaza de las peligrosas contras de Hazard, De Bruyne y Carrasco.
Sin embargo, Gales miró a su líder y se creció. Si después de la exhibición de ayer Bale no ha convencido a sus incrédulos de que sabe jugar sin espacios nunca más lo hará. Partiendo fundamentalmente desde la derecha (otro mito desmontado), se echó el equipo a la hernia y comenzó a comandar la ofensiva galesa. Suyo fue el pase que dejó a Ramsey en una posición inmejorable para asistir a Taylor que no definió mal pero encontró a un gran Courtois. El gol no se hizo esperar y su protagonista fue Williams que remató de forma certera un saque de córner.
Lo esperado, tras el empate, era un repliegue galés. Pero la selección de Bale rompió el guión y continuó buscando el gol. La gloria vendría en la segunda parte, pero el milagro de ver completamente sometida a Bélgica se dio fundamentalmente en la primera.
El paso por el ecuador sirvió para que Bélgica intentase un cambio de guión. Gales aguardaba su momento, pero nunca renunciaba al intento de adelantarse. Ello ocurrió tras un servicio largo y preciso de Bale; Ramsey controló y vio la llegada de un Robson-Kanu que se zafó muy bien del central belga y batió a Courtois.
Quedaba media hora larga y Gales rozaba el milagro. No por ello se echó decididamente atrás. A cada ofensiva belga le aguardaba la amenaza de una carrera de Bale con metros. Esa simple amenaza supuso todo un sistema de protección para sus centrales amonestados.
La cara de Ramsey cuando vio la tarjeta que le impedirá medirse a Portugal denotó el convencimiento de un equipo cuyo mayor activo, además de Bale, es la fe en sus posibilidades.
La locura definitiva se desató cuando Vokes remató de cabeza el balón que llevaría de forma definitivamente a Gales a unas semifinales inéditas.
Ya nadie se atreve a poner una fecha definitiva al fin de una gesta que retrata a todos aquellos que en su día aseguraron que Bale no sabia jugar al fútbol.
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