Y, de repente, una noche cualquiera de octubre, el Real Madrid encontró la tranquilidad, esa que le era esquiva casi desde agosto. No fue un partido brillante el realizado ante el Eibar, pero sí eficaz y serio. Zidane volvió a rotar -Benzema, Kroos y Marcelo empezaron en el banquillo- y la jugada le salió bien. De menos a más, el campeón de Europa escondió las dudas con el paso de los minutos. Ayudaron a ello Isco, Asensio y Ceballos cuando decidieron adueñándose del encuentro. Especialmente activos estuvieron los dos primeros, que volvieron a demostrar que se entienden a la perfección. Hay química. Y eso, en dos futbolistas de semejante nivel, tiene una gran importancia. Lo notaremos en las noches importantes.
Al Real Madrid se le apareció la suerte en el 1-0. Mientras otros necesitan ayudas arbitrales para abrir el marcador, los hombres de Zidane se conformaron con un gol en propia puerta a centro de Asensio. Estaba preparado Sergio Ramos para mandar el balón a la red, pero el camero simplemente se dedicó a celebrar un tanto que él vio en mejor posición que nadie. El tempranero gol tranquilizó a un Madrid que supo actuar con templanza en una noche en la que se intuían dudas por aquello de que el Bernabéu se ha convertido en un extraño.
Al filo de la media hora, la conexión Isco-Asensio dio sus frutos. El malagueño rompió por banda izquierda y la puso atrás para que su compañero rematase de primeras. Fue un disparo seco, tenso, por bajo. El portero del Eibar pudo hacer algo más, pero se quedó como una estatua observando la añorada sonrisa de un Asensio que, por fin, recordaba, con más destellos que regularidad, a aquel que nos enamoró no hace demasiado tiempo.
Lo único que fallaba en plena noche de paz era la aparición del que nunca falla. Cristiano Ronaldo, enfadado con el gol en Liga, volvió a mostrarse impreciso y ansioso en la competición doméstica. Nada tiene que ver este jugador con el que pasea su puño de hierro en Champions League. Ante el Eibar gozó de varias clarísimas, aunque ninguna hizo saltar al Bernabéu. Lo bueno es que Cristiano siempre aparece en primavera.
En la segunda mitad, y con el Eibar alzando la bandera blanca buscando que el daño no fuera mayor, el Real Madrid buscó un fútbol control con el que no sufrir innecesariamente. Zidane agotó los cambios rápidamente -entraron Benzema, Lucas Vázquez y Marcelo- y el equipo no se descompuso. Marcelo, en una de las mejores jugadas colectivas de la temporada, firmó el 3-0 con el que el actual campeón terminó de sentenciar un partido en el que, por fin, no sufrió.
Ahora toca pensar en la Copa del Rey -el jueves jugamos en Fuenlabrada- y en que poco a poco nos vamos acercando al liderato en Liga. El día que otros no jueguen con red arbitral, la cima será posible.
