Los niños españoles de ahora están acostumbrados a que deportistas de nuestro país ganen medallas olímpicas, campeonatos del mundo, Roland Garros, Tours de Francia, tienen dónde elegir si quieren seguir a un español en la NBA... Cuando yo era pequeño sólo teníamos a Ángel Nieto y a Manolo Santana. Ellos ganaban a los bien alimentados y mucho más altos deportistas extranjeros. Ellos y el Madrid, claro. Como es lógico, ambos eran reconocidos merengues. Santana ganó Wimbledon con la camiseta del Real Madrid y Ángel Nieto contaba hace poco en una entrevista en el Diario As que él solía entrenar en el Bernabéu. En esa misma entrevista explicaba cómo el culpable de su madridismo fue don Santiago en persona, que le concedió la insignia del club cuando el de Villalpando ganó su tercer Mundial de motociclismo. Hasta entonces, Nieto odiaba el fútbol porque la prensa deportiva sólo hablaba de goles y a él, con tres mundiales, no le hacían caso más que en su barrio, Vallecas.
Los de mi generación que vamos en moto lo hacemos en buena parte por culpa de Ángel Nieto. Todos los niños de mi edad nos queríamos parecer a él. Yo le recuerdo yendo en cabeza en las carreras y girándose para indicarle ostentosamente con la mano al que iba a su rebufo que le hiciera el relevo. Y el piloto que iba detrás obedecía, claro. Nieto corría en moto como Karajan dirigía una orquesta. Esa chulería tan suya es muy madridista. Decía que le gustaba ganar las carreras en la última vuelta. Como a Ramos los partidos, vamos.
Da la casualidad de que justo ayer hice un viaje en moto y pasé por Villalpando. Imposible no pensar en Nieto al ver el nombre de su pueblo natal en el letrero de la autopista. Ayer las noticias eran esperanzadoras. Lamentablemente, hoy nos enteramos de que el campeón ha fallecido.
Después de la final de Cardiff, el docemásuna veces campeón del mundo le dijo a Florentino Pérez que la próxima Champions del Madrid tiene que llamarse la 12+1. Va a ser complicado encajarlo en un cántico, pero creo que no nos queda otro remedio que cumplir su deseo. Hagámoslo cuanto antes.
Y no le cuenten a los niños que se ha ido al cielo, porque los campeones como él van al Olimpo. Descanse en paz.
Número 3
(N. del E.: Leído el artículo de su hermano, Ángel Faerna, el Número 2 de Galerna Faerna, ha querido complementar las palabras de Nacho con el siguiente texto).
Como dice N3, le gustaba ganar en la última vuelta, lo vi mil veces. Era capaz de pasar a cualquiera en el punto del circuito que le diera la gana y cuando él decidiera, así de simple. Supongo que solo el aburrimiento le impedía ir en cabeza de la primera vuelta a la última, y con eso nos salvaba del aburrimiento también a nosotros. No tengo ni idea de motos, pero siempre pensé que en las de 500 lo que marcaba realmente la diferencia eran esas máquinas apabullantes que daban miedo. En las categorías en que corría Nieto, con motos casi de juguete, me parecía que todo se reducía al piloto, y lo que él hacía con su juguete no lo sabía hacer nadie.
También le oí decir alguna vez, ya retirado, que no se subía nunca a motos grandes porque eran peligrosas, que prefería ir en ciclomotor. Eso me confirma que los títulos los ganaba él, no la máquina. Y que no era un pirado de las motos, sino un artista de lo suyo. Y un tipo auténtico y sin la menor pose, que tampoco es fácil. Es jodido que se haya ido así, de un modo tan gratuito y cuando además parecía que iba a poder levantar la moto en el último momento.
Número 2
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Me dice un amigo que Nieto nació en Zamora capital, no en Villalpando. No sé por qué yo estaba convencido de que ese era su pueblo natal. En cualquier caso, se mudó a Vallecas de niño. Y a los madrileños, incluso a los vallecanos, nadie les pide la partida de bautismo.
Vaya viejazo que me acaba de entrar. Yo también me crié viendo a este fenómeno y al RM de baloncesto de Emiliano & Cia (en esa época el fútbol me parecía un auténtico coñazo).
El que haya visto las Derbi de 50 cc. recordará que eran como bicicletas que se ponían a 160 Km/h o más. Conducirlas bien debía ser dificilísimo.
En fin, otro que se nos va. La pena e ironía ha sido el cómo, no somos nadie. DEP