Celebré el gol de Cristiano Ronaldo como si hubiera llegado en primavera, con un título asomando por el balcón y ese nerviosismo casi taquicárdico que hace que nos encojamos en los partidos cuya distancia entre el cielo y el infierno se mide en milímetros. Nos está acostumbrando el Real Madrid a convivir con la angustia desde el caluroso otoño, y nosotros, entregados a la causa, no sabemos decir que no. Tampoco saben decir que no los árbitros, siempre a favor del sufrimiento blanco. En Getafe, el que no supo decir que no fue el juez de línea, que no dijo que no era legal el tanto de Jorge Molina en claro fuera de juego. Entre unas cosas y otras, lo que nos encontramos en la televisión es la montaña más alta del mundo, al menos en Liga, ya que en Champions caminamos sobre terreno llano y con un ritmo ligero, casi de bailarina.
el gol de jorge molina llegó en claro fuera de juego
Lo realmente inexplicable es la falta de regularidad del Real Madrid dentro de los propios partidos. En el estadio Alfonso Pérez el comienzo fue bueno, autoritario, con un Benzema haciendo todo bien en su regreso y un centro del campo que dominaba sin extravagancias. Sin embargo, el guión cambió tras el descanso: las certezas se convirtieron en dudas y los nervios aparecieron con tono caprichoso. Este es el Real Madrid liguero 2017/2018, un equipo indescifrable, incontrolable incluso por él mismo.
Zidane apostó por un once en el que faltaban, entre lesiones y rotaciones, Keylor Navas, Carvajal, Varane, Kovacic, Casemiro, Modric, Isco y Gareth Bale. Aún así, el equipo sonaba bien, con Llorente acompañando a Kroos, Achraf repitiendo y Karim Benzema regresando tras su forzado descanso. Estos dos últimos fueron los mejores de una potable primera mitad. El lateral añadió descaro y recursos ofensivos a la correcta y seria imagen mostrada en su debut. Benzema, mientras tanto, exhibió el talento de siempre y aportó el gol que abría la lata, un tanto en el que aprovechó un error rival para dejar en el suelo a un defensa y batir con remate cruzado a Guaita, que previamente había hecho la parada del fin de semana.
Sentimos que el 0-1 y la frialdad del Getafe -muchas más faltas que fútbol- conducían a una segunda mitad tranquila, pero nos equivocábamos. No hay nada seguro cuando el Real Madrid liguero está presente. El equipo de Zidane se mostró impreciso en dos contragolpes, y el Getafe, a base de balones hacia ninguna parte y la guerra infinita de Jorge Molina, se fue metiendo en el partido. Terminó de hacerlo cuando el propio delantero marcó, en claro fuera de juego, el tanto del empate. Lo vimos todos menos el juez de línea. Tardamos en verlo repetido porque el maltrato mediático que sufre el Real Madrid en cada encuentro que disputa es escandaloso. Pero lo vimos, al fin y al cabo. Y sí, era clarísimo. Gol ilegal. Otro atropello contra el club que debe sufrirlos en silencio porque así lo dicen cuatro aleccionadores morales.
"Supimos reaccionar al 1-1", dijo Marcelo tras el encuentro. Pero no es del todo cierto. O no fue esa la percepción que tuvimos los que veíamos el choque por televisión. Al equipo le faltó profundidad, algo que intentó maquillar con fingida calma. Zidane se dio cuenta de las urgencias y decidió dar entrada a Isco, el hombre que lo cambió todo. No hay tres jugadores en el mundo mejores que él a día de hoy.
El Real Madrid basó todo su fútbol en que Isco interviniera. Por dentro o por fuera. El malagueño se sintió como en Lisboa, con esa responsabilidad que sólo recae sobre los que saben soportarla. Y él la soportó. Ofreció su amplia gama de recortes, destellos y maniobras ante las entradas, casi siempre a destiempo, de un Getafe que hizo más méritos para llevarse un carrusel de amarillas que un empate. En una de esas veces en las que el balón besó sus pies, Isco, casi en zona de tres cuartos, levantó la cabeza y vio a Cristiano, cuyo amago de cintura fue definitivo antes de tirar un desmarque que acabó con el esférico en la red. Isco lanzó un pase preciso y el portugués escaló la montaña más alta del mundo. 1-2.
Ahora toca pensar en Champions League, lugar en el que sí suele aparecer ese Real Madrid que respeta las estaciones.
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