El Real Madrid femenino cerró la última jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones con una derrota por la mínima (1-2) ante el Chelsea FC. A un gol inicial de Caroline Weir y una primera mitad fantástica de las blancas siguieron diez minutos terribles en los que Catarina Macario convirtió dos penaltis sucesivos para borrar las opciones de arrebatar a las inglesas el liderato de la tabla.
El Real Madrid llegó a su enésimo duelo europeo ante el Chelsea con los deberes hechos. Clasificadas matemáticamente para los cuartos de final, y con un horizonte de rivales en el que poco importaba la primera o la segunda plaza del grupo, el partido en el estadio Alfredo di Stéfano era un test de estrés en primera persona; nada que ver con el papelón de la temporada anterior. Sin embargo, los onces iniciales y el propio ritmo de la acción demostraron que había algo importante en juego: para el Chelsea, mantener a raya al aspirante, y, en el caso del Real, dejar una primera tarjeta de visita de lo que puede estar por venir.
Lo cierto es que, durante la primera parte, el equipo de Alberto Toril firmó una de las mejores actuaciones en lo que va de corta historia de la sección. Precisión con balón, valentía y personalidad en situaciones de riesgo, buenas acciones en ambas áreas y compromiso para demostrar superioridad ante una de las tres plantillas más potentes de Europa. Desde la portería, donde Misa Rodríguez desbarató las dos ocasiones de peligro de las londinenses, hasta la delantera, trinchera en la que Signe Bruun volvió a pelear y a hacer bueno cada medio balón. Las madridistas lo bordaron se mirase a donde se mirase.
En los laterales, Olga Carmona y una superlativa Sheila García facilitaron la salida de balón al tiempo que María Méndez y Maëlle Lakrar confirmaban que al fin hay una pareja de centrales de primer nivel. Y por delante, junto al trabajo a menudo invisible pero constante de Filippa Angeldahl y Sandie Toletti, la alemana Melanie Leupolz también estuvo sobresaliente. Todo ello contribuyó a que la presión inicial del Chelsea, que quiso salir a asustar, acabase desmoronándose en apenas veinte minutos al ver que las triangulaciones blancas superaban la primera línea defensiva.
A una primera mitad fantástica de las blancas siguieron diez minutos terribles en los que Catarina Macario convirtió dos penaltis sucesivos para borrar las opciones de arrebatar a las inglesas el liderato de la tabla
En una de esas salidas con templanza iniciada por Misa, y con el balón circulando rápido por abajo, llegó el 1-0. Leupolz encontró a Caroline Weir en el carril central, quien trasladó la acción al costado de Olga y Linda Caicedo antes de que el cuero volviese a la escocesa para probar suerte dentro del área. Su disparo desviado impidió la parada limpia de Hannah Hampton y el balón cayó dentro de la portería. Minutos después volvió a llegarle a Weir en la frontal y, tras dejar sentadas a dos defensas con una sucesión mágica de recortes de plaza de toros, sirvió en profundidad a una Olga que rozó el dos a cero.
Ese podría haber sido el momento de conformarse y especular bajando el ritmo, en parte con lógica si se tiene en cuenta que el mismo viernes hay eliminatoria de Copa a partido único, pero no fue así. El Real quería hacer añicos la barrera mental que hasta ahora ha separado al equipo de los grandes de Europa, personificada en el Chelsea, y lo visto sobre el césped demostró que es un objetivo al alcance de la mano. Yendo por delante en el marcador, fueron las blancas quienes presionaron con la coordinación y mordiente suficiente para recuperar con rapidez la posesión una y otra vez.
El cuarto de hora de descanso, eso sí, dictó sentencia. Tras confirmarse todo lo positivo del proyecto blanco hasta el presente, bastaron diez minutos para recordar que, al mismo tiempo y sin que ello sea contradictorio, queda camino por recorrer. Nada de lo que no hayamos hablado aquí. La primera imagen simbólica fue cortesía de la entrenadora Sonia Bompastor: ante la inoperancia en ataque de Mayra Ramírez —en buena medida por mérito de la defensa madridista— la ¿artificial e insostenible? profundidad de plantilla del Chelsea permitió que la ‘9’ con la que el Chelsea ha roto el récord de precio de traspaso se quedase en el banquillo. Una chaladura casi para cualquier otro equipo, salvo que en su lugar puedas dar entrada a Catarina Macario. La estadounidense, uno de los proyectos de mejor futbolista del mundo hasta que su particular calvario con las lesiones frenó su ascenso, demostró desde la primera carrera que todo el esfuerzo previo del Real podía desmoronarse.
Quizás fue la pausa lo que rompió el ritmo del Madrid, quizás la mala suerte o quizás la falta de dar el último salto de concentración en situaciones límite. Sea cual sea el porcentaje de culpa de cada ingrediente, lo que vino después permite visualizar lo que diferencia al Real de las quince orejonas de este Real advenedizo, a la bestia competitiva Dani Carvajal de la capitana Olga. La ‘7’ hizo un gran partido, pero en un abrir y cerrar de ojos cometió dos penaltis que sentenciaron a las suyas. Macario no dio opción a Misa desde los once metros, calcando ambos lanzamientos con un disparo robotizado fuerte y arriba para pasar del 1-0 al 1-2.
Aún quedaba más de media hora y cabe decir que el Real Madrid, a pesar del durísimo golpe, no bajó los brazos. Siguió siendo mejor que el equipo blue, peleó cada acción y pudo empatar en varias ocasiones. Pero la clave del partido, desde el comienzo, no estaba en el resultado sino en la batalla mental que a la postre decanta de uno u otro lado los momentos definitivos. Aunque el Madrid estuvo más cerca que nunca de ganarla, el puñado de minutos de despiste reveló que todavía no ha llegado a la cima de la montaña.
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