El Madrid prolonga su racha inmaculada
El Real Madrid femenino venció con agonía (1-0) al Sporting de Huelva gracias a un gol de Caroline Møller. Tras diecinueve días en los que las blancas han disputado seis partidos de Liga F sin descanso, el equipo de Alberto Toril llega al parón FIFA con un récord de equipo grande: todo victorias, prolongando ya a 12 las jornadas consecutivas sumando de tres en tres.
Un deporte como el fútbol nunca podrá aburrir mientras siga manteniendo viva la llama de lo inexplicable. No importa la profundidad del conocimiento que se tenga sobre un equipo o sobre una competición, ni el número de horas viendo el balón rodar. Hay partidos en los que la lógica, sin más, queda en suspenso y lo que sucede en el rectángulo de césped escapa a la interpretación de la mente humana. La tarde de domingo en el estadio Alfredo Di Stéfano, en la que el Real Madrid recibió al Sporting de Huelva, deberá ser incluida en ese cajón.
El Real volvía a pisar su casa como el soldado que vuelve a casa tras unas semanas entre trincheras: con la ropa hecha jirones y la cara arrugada, pero dispuesto a soportar un día más de fatiga por pura inercia antes de tirarse a la cama. La plantilla de Alberto Toril había despachado al Alavés, al Athletic Club, a la Real Sociedad, al Valencia y al Granadilla Tenerife para confirmar su candidatura al subcampeonato de liga. A lo largo de ese camino, las madridistas han ido afinando su instinto goleador, perfeccionando su capacidad de supervivencia, y encontrando nuevas soluciones para escapar de callejones sin salida.
Ante el Valencia, el Madrid mostró la calidad y variedad de su arsenal con una exhibición de principio a fin en la que Caroline Weir firmó tres de los seis goles de su equipo. Planteado un choque con casi todo de cara, la maquinaria blanca pasa por encima de su rival sin despeinarse. Tres días después, en Tenerife, el escenario en el que sobrevivir fue diametralmente opuesto: golpes en forma de gol recibidos a destiempo, campo casi impracticable y sensación de maleficio sobre las de Toril. Y sin embargo, con el pitido final, la victoria siguió sonriendo al Real gracias a un cabezazo de Sandie Toletti.
A estas alturas de la película, tras 18 jornadas y 11 victorias consecutivas —el último tropiezo fue la derrota ante el Barcelona a comienzos de noviembre— para los rivales este Real Madrid debe empezar a recordar al protagonista de una gran saga de acción. Podrán idearse mil trampas imaginativas y sin escapatoria aparente, pero en la pantalla de créditos, tras la escena final, todos sabemos quién seguirá con vida. En esas llegó la visita a Madrid del equipo onubense, última prueba antes del descanso de selecciones, y bastaron quince minutos para que todas las sospechas volvieran a quedar confirmadas: los tres puntos sólo podrían caer del lado madridista, tal era la superioridad y la claridad de las ocasiones de gol.
Volvió a ganar el Real Madrid, rey de la lógica, y también del caos
El Real Madrid, con sus jugadoras más en forma reunidas sobre el terreno de juego, necesitaba paciencia, algo de fortuna y mantener la caminata a su ritmo entrenado. La victoria sería tan inevitable como la gota de lluvia que acaba en el océano. Una a una, fueron chutando a puerta Weir, Esther González, Athenea del Castillo, Claudia Zornoza o Rocío Gálvez; y en cada ocasión algo se interpuso entre sus intentos y la red: una pierna, un mal golpeo o, más a menudo, la intervención de la guardameta Zala Meršnik.
Cuando el cronómetro superó la hora de juego, el parque de bolas en el que el Madrid había convertido sus partidos de Liga F fue transformándose en algo más siniestro y bien conocido para los aficionados madridistas: un partido cerrado de LaLiga. Las jugadas rápidas se tornaron en combinaciones asfixiantes, el paso de los minutos fue obligando al Sporting a guarnecerse tras su muralla, y la portera eslovena empezó a rascar segundos a cada saque de puerta. Por entonces, hasta el sol había abandonado Valdebebas y la expresiva cara de Athenea —más reflejo del alma que ninguna— lo decía todo: el fútbol feliz era ya fútbol desquiciado.
El partido llamado a resolverse con facilidad acabó convertido en un duelo imposible de ganar. Por algo este meritorio Sporting de Huelva, que temporada tras temporada sigue dando esquinazo al descenso, es el indiscutible rey de los empates. En busca de soluciones remotas, Alberto Toril había sacrificado a Esther para intentar que entre Maite Oroz y Weir se sacaran un conejo de la chistera en la frontal. No surtió efecto, del mismo modo que no lo hicieron ni los centros al área ni las combinaciones rasas por los flancos.
Se aproximaba el descuento; 2+2 ya no daba como resultado 4. La única escapatoria para el Real era ya evidente: dejarse llevar, arrojarse al vacío, aceptar la física cuántica. En el 85:05 Kenti Robles dejó su sitio a Caroline Møller, movimiento con el que, de una tacada, la línea defensiva quedó convertida en un espantapájaros y la delantera, en un after. 65 segundos después, llegados al 86:10 de reloj, la fantástica Toletti sirvió un centro envenenado al área entre portera y centrales. Y allí, inesperada, en su segundo contacto con la balón, la infrautilizada danesa vino a recordar que lo inexplicable es parte indisociable del fútbol. El cuero tocó la red; volvió a ganar el Real, rey de la lógica, y también del caos.
Doble satisfacción me trae este partido. Por una nueva victoria de nuestras futbolistas , que participan del pleno en este fin de semana , considerando además los resultados del primer equipo, el Castilla y el de baloncesto. Y agradeciendo poder seguir disfrutando de las crónicas del femenino. No pude ver el partido, pero lo he visualizado perfectamente a través del articulista.