0-3: Billete a octavos ante un Sheriff sin pólvora

Se presentaba el Real Madrid en Tiraspol, capital de Transnitria, líder del grupo D a falta de dos jornadas pero –paradójicamente- sin margen de error si pretendían que los aficionados madridistas no sufrieran dolencias cardíacas dentro de quince días frente a todo un Inter de Milán. Con el termómetro en negativo, Ancelotti ponderó mejor que nadie la importancia del encuentro y no se guardó nada. Con Militao y Rodrygo ya recuperados, el italiano exhibió su once de gala. Aunque el Sheriff nos pareció la ‘Cenicienta’ del grupo el día del sorteo, ya demostró aquella noche del 28 de septiembre, de infausto recuerdo para toda la parroquia blanca -en especial para los que compramos una entrada para asistir al primer choque europeo post pandemia-, que no es así. Thill eligió el mejor escenario posible para anotar el mejor gol de su vida. Y el más importante.

Las cuentas eran claras: una victoria clasificaba a los blancos para octavos de final a expensas de jugarse el primer puesto del grupo en la última jornada frente a los italianos del Inter. Un empate dejaba todo en el aire y una derrota estaba prohibida. Todo por aquel tropiezo inmerecido e inesperado en el partido de ida. El Real Madrid entró frío, como el clima, en el choque ante un equipo moldavo voluntarioso e intenso. Los pupilos de Ancelotti trataban, con paciencia y oficio, que transcurrieran los primeros compases esperando a que aconteciera el conocido como ‘efecto gaseosa’. Los seis puntos conseguidos en las dos primeras jornadas espoleaban al Sheriff que, con una victoria, alcanzaría el último choque del grupo con todas las opciones de hacer historia y colarse en las eliminatorias.

Los de Carletto avisaron pronto, en el minuto 8, con una buena internada de Rodrygo, pleno de forma a pesar de haber salido recientemente de lesión. Su envío a Karim, que esperaba en línea de gol, nunca llegó a su destino. El propio delantero francés, tan solo minuto y medio después, consiguió embocar el balón tras un rechace provocado por un disparo de Kroos. Pero estaba en claro fuera de juego. Para entonces, Mendy ya había cosechado una tarjeta amarilla. El botín ofensivo moldavo antes del primer cuarto de hora ascendía a tres saques de esquina.

El Madrid se aposentó en el terreno de juego, intentaba entrar –sobre todo- por la banda derecha y por ahí, tras centro de Carvajal, Rodrygo disfrutó de un claro lanzamiento que atajó el cancerbero. Aposentado pero espeso en el último cuarto de campo (el césped tampoco facilitaba las maniobras), los jugadores de Carletto al menos no sufrían en defensa una vez superado el minuto 20. La gran actuación de Militao y Alaba en cada balón largo local y la buena presión tras pérdida que provocaba el mencionado despeje fueron suficientes para mantener a raya al Sheriff.

Justo cuando se cruzaba la media hora de encuentro, una falta provocada en la frontal del área por Casemiro se convirtió en el primer tanto blanco. Alaba, de zurda, ejecutó y con algo de suerte su disparo fue desviado haciendo imposible el intento de Athanasiadis. 0-1 y pase encarrilado. El objetivo ahora debía consistir en no gandulear, como otras tantas veces ocurrió, para evitar cualquier tipo de complicación. Los minutos se consumían y solo Thill, envalentonado por su tanto en la ida, lo intentaba desde lejos sin acertar, ni remotamente, entre palos. Agonizaba el primer tiempo cuando el Real Madrid sacó a relucir su mejor versión coral, se reservó una jugada colectiva excelsa que rubricó Kroos con un disparo prodigioso, abriendo el tobillo, recolocando el cuerpo y enviando el cuero a la misma escuadra. Solo la tecnología de gol (la famosa pulsera del árbitro) fue capaz de dilucidar sin repetición si ese balón había botado dentro de la portería moldava. Una obra de arte.

El segundo acto se vislumbraba como un mero trámite. El ‘efecto gaseosa’ se había consumado con creces y Ancelotti tenía una oportunidad de oro para dosificar esfuerzos. En esto, llegó el tercero: Benzema. Derechazo ajustado desde fuera del área. Ahora, sí. Partido resuelto, billete a octavos y a que los menos habituales acumularan minutos. Marcelo volvió a vestirse de corto en detrimento del amonestado Mendy. En este tipo de partidos cómodos, lo único que un entrenador pide es que no haya lesiones. Precaución, precaución y precaución. Tras un córner con mala salida de Courtois, Alaba paró el juego, se echó al suelo y pidió el cambio. Ancelotti realizó esta sustitución obligatoria dando salida a Nacho y aprovechó para que Lucas Vázquez hiciese lo propio por Carvajal. Mientras, el madridismo se preguntaba para cuándo el descanso para los tres centrocampistas, candidatos para llegar exhaustos a primavera.

El Madrid se relajó en exceso, por el resultado y por la reconfiguración del equipo tras los cambios, y el Sheriff olió sangre y a punto estuvo de perforar la meta blanca. Lo evitó un paradón de Courtois a Traoré y, en la continuación de la jugada, el poste derecho, que repelió un centrochut de los que parece que van a entrar aunque no los remate nadie. Mientras Asensio y Blanco desgastaban la banda de tanto calentar, Traoré inquietó a todo el mundo. Tras un despeje de Nacho, sin impacto previo ni posterior, el jugador del equipo moldavo cayó al suelo después de tocarse el pecho en la zona del corazón. Todo pareció quedar en un susto pero, con buen criterio, los médicos le obligaron a abandonar el césped y, por su propio pie, enfiló el túnel de vestuarios.

En el minuto 83, al fin, llegó el turno para Asensio y Antonio Blanco, que debutaba en la máxima competición europea. Siete minutos más el descuento de descanso para Casemiro mientras que el delantero mallorquín suplió a Rodrygo e incluso pudo hacer el cuarto tanto. El encuentro expiró sin sobresaltos, algo que se agradece teniendo en cuenta los próximos compromisos ligueros para los de Carletto. Se avecinan el Tourmalet y el Alpe d’Huez juntos antes de jugarse la primera plaza del grupo en el Bernabéu frente al Inter de Milán. Bastará con no perder para conseguir el objetivo.