El Real Madrid femenino confirmó su presencia en los cuartos de final de la Copa de la Reina tras vencer (0-2) al Villarreal CF en el enfrentamiento, a partido único pero muy desigual, disputado en Castellón. Los goles de Alba Redondo y Teresa Abelleira, uno en cada mitad, fueron más que suficientes para unas madridistas que pudieron jugar a medio gas.
Apenas tres días después del intensísimo y muy disputado partido de Liga de Campeones contra el Chelsea, en el que las futbolistas del Real Madrid femenino se fueron a casa sin premio tras vaciarse sobre el campo, la expedición blanca se vio obligada a subirse en un tren en dirección este para jugar un último compromiso antes de Navidad. Allí esperaba un Villarreal CF en proceso de recomposición tras su descenso de categoría y que habría dado por bueno cualquier escenario tras alcanzar los octavos de final de la Copa de la Reina. Si la evidente diferencia de nivel entre ambas plantillas no ayuda en nada a fomentar el entretenimiento en un duelo de estas características, menos aún lo hace que el equipo superior llegue al estadio todavía renqueante a causa de la fatiga física y mental que le supuso la batalla ante el campeón inglés.
Ante ese panorama, el papelón fue absoluto. Para el equipo local, sentenciado de antemano y obligado a sufrir durante noventa minutos; para el Real, abocado a superar el trámite como quien rellena una montaña de formularios burocráticos; e incluso para el espectador, que contempla todo eso como la clásica película navideña de sobremesa. El Villarreal se cobijó desde el primer minuto con un 4-5-1 de líneas muy juntas, encerrado en su campo y tirando de prismáticos para ver a la portera Mylène Chavas, titular en lugar de Misa Rodríguez. La francesa, reducida al papel de espectadora a falta de ocasiones sobre su meta, contempló desde cerca el vaivén de lado a lado con el que sus compañeras movieron el balón buscando una grieta en la muralla amarilla.
A pesar de contar sobre el césped con Eva Navarro y Athenea del Castillo en bandas, junto a Naomie Feller y Alba Redondo más centradas, la media hora inicial se consumió sin que el Madrid encontrase o quisiese encontrar el ritmo y la verticalidad necesarias para abrir el marcador. Por entonces Montse Quesada, la guardameta local, únicamente había sido requerida para atajar balones centrados sin peligro, pero el Real era el único equipo con la contraseña para cambiar el signo del partido.
En concreto, bastó con que Teresa Abelleira quisiese iniciar sesión para decantar la eliminatoria del lado madridista. Y es que, en cuanto se superó ese minuto 30, la gallega lo hizo (casi) todo en una misma jugada para poner el cero a uno. Sucesivamente, interceptó un balón en el centro del campo, regateó de tacón para zafarse de la presión, progresó en conducción para romper la siguiente línea y completó su intervención sirviendo una asistencia por alto con la que superar a las centrales. Ante tal despliegue de recursos, a Alba Redondo solo le quedó la responsabilidad de resolver el uno contra uno con la portera para apuntarse el gol.
Nada cambió tras la reanudación de la segunda parte y, visto en retrospectiva con algo de ventajismo, quizás Alberto Toril debió haber sido más radical en sus rotaciones, pues Maëlle Lakrar salió lesionada en el 70 cuando diez minutos antes el partido ya estaba más que sentenciado. De nuevo el protagonismo corrió a cargo de una Teresa Abelleira decidida a ser ella, brazalete de capitán en ristre, quien disipase la mínima incertidumbre que generaba un resultado tan exiguo. La centrocampista trotaba por su zona de influencia cuando vio cómo Quesada, en apuros ante la presión rival, despejó un cuero que fue a parar a sus botas. Si la ‘3’ ya de por sí confía con razón en su gran disparo desde lejos, la visión de una portería abierta de par en par fue más que suficiente para volver a probar desde muy lejos; esta vez, casi sin suspense.
No había dudas: el balón acabó en la red, sus compañeras alzaron los brazos y Abelleira, eso sí, más que celebrar gesticuló como quien por fin puede irse a casa a dejar de pasar frío. A casa y al parón de Navidad con la clasificación para los cuartos de final en la mochila. En 2025 llegará una vez más el momento de la verdad para el Real Madrid femenino.
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