El Real Madrid femenino se despidió de la Women’s Champions League al perder por la mínima (0-1) ante el Paris FC en la cuarta jornada de la fase de grupos de la competición. Un leve penalti convertido por Gaëtane Thiney sentenció al equipo de Alberto Toril con dos partidos aún por jugar, evidenciando el decepcionante desempeño de las blancas en este curso europeo.
Un empate y tres derrotas en cuatro partidos; un punto de doce posibles. Después de una larguísima temporada peleando por conseguir un billete europeo, tirar a la basura de esa forma el fruto de tal esfuerzo sólo puede ser triste, frustrante y descorazonador. Pueden ponerse asteriscos aquí y allá, al gusto del lector: un balón al larguero, una lesión desestabilizadora o cualquier decisión discutible de una árbitra. Los detalles, a menudo marcados por el azar, son determinantes en el fútbol. Pero todos los peros reunidos en una montaña de excusas no son suficientes para tapar la evidencia: este Real Madrid femenino necesita un reinicio.
De vuelta al estadio Alfredo di Stéfano tras sumar tres puntos en Liga F ante el Levante Las Planas con una convocatoria raquítica, al Real el chute de oxígeno apenas le dio para rellenar un poco el banquillo de suplentes con la vuelta de Sandie Toletti, Naomie Feller y Linda Caicedo. Tocaba recibir a un Paris FC envalentonado tras tumbar a las blancas en la capital francesa y las piernas seguían cargadas para las mismas once futbolistas obligadas a sostener la casa tambaleante. La soga al cuello con la que el equipo saltó al campo, pues únicamente valía ganar, vino a completar un escenario poco halagüeño.
Un punto de doce posibles en Europa evidencian el decepcionante desempeño de las blancas
Un aficionado cabal, con horas y horas de fútbol a sus espaldas, entiende que el estar en el lugar equivocado y a la hora equivocada ocurre cada cierto tiempo; en esas, sale a cuenta capear el temporal con resignación y paciencia. Sin embargo, la compresión se esfuma cuando lo que ve sobre el campo sólo parece tener explicación desde el autosabotaje. Es la gota que colma el vaso.
¿Puede permitirse un equipo saltar al campo con un once en el que sus dos centrales son incapaces de iniciar la construcción del juego? ¿Tiene sentido fichar a una centrocampista a la que no queda más remedio que alejar del balón para que entre en contacto con él lo menos posible? ¿Es lógico —jugando en casa y jugándote la vida— esperar en tres cuartos de campo a que un equipo normalito como el Paris saque el balón con todo el tiempo del mundo? ¿Qué futuro tiene un equipo al que no se le aprecian automatismos para iniciar juego en corto, pero tampoco tiene un plan de emergencia para el fútbol directo? A falta de grandes expectativas sobre el resultado, los noventa minutos de partido entre Madrid y Paris fueron muy útiles para ir rumiando interrogante tras interrogante, con la mirada perdida en el verde, mientras el equipo de Alberto Toril daba su —quizás última— demostración de quiero y no puedo.
El Real Madrid pudo adelantarse durante la primera parte del choque por medio de acciones puntuales de Athenea del Castillo, Caroline Møller, Claudia Zornoza y, principalmente, Olga Carmona, quien con un disparo lejano pudo insuflar vida y confianza a las suyas al borde de la media hora. Unas veces falló la precisión local, mientras que en otras intervino la guardameta Chiamaka Nnadozie para desviar cada intentona con acciones poco convencionales pero efectivas. A cada parada en dos tiempos, tras cada salida en falso de la nigeriana, crecía la desesperación y la incomprensión ante la falta de una pieza atacante fiable.
Lo que se ve sobre el campo sólo parece tener explicación desde el autosabotaje. Es la gota que colma el vaso
El gol siempre quedó a un palmo de distancia, por lo que con el paso de los minutos sin cambios en el marcador, y sin nuevas ideas desde la banda, Toril dio entrada de una tacada a Feller, Toletti y Caicedo. A pesar de intentarlo con insistencia durante media hora, las tres evidenciaron que acababan de salir de la enfermería. No había plan establecido más allá de la aparición de una genialidad en los minutos de agonía y descontrol… y ese papel correspondió a Misa Rodríguez. En un contexto de normalidad el Real Madrid domina el descontrol. Disfruta donde otros enloquecen. Sucede con el equipo masculino, sucede con el equipo de baloncesto y en años anteriores ha empezado a suceder con el equipo femenino. Por ello, quizás sea prueba irrefutable de la debacle el que, en el último acto alocado frente al Paris FC, las ocasiones de peligro cayesen todas del lado visitante.
Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces intervino la portera canaria para mantener vivo a su Madrid, pero no hubo respuesta en la otra mitad del campo. Cuando en el minuto 78 la colegiada penalizó con severidad a Maite Oroz por trabar involuntariamente a una rival que dentro del área se dirigía a la línea de fondo, que Misa atajase o no el penalti era ya casi irrelevante. Gaëtane Thiney, a lo panenka, mandó el balón a la red y al Real Madrid a la calle. Con el game over en la pantalla, la única opción a estas alturas es apretar el botón de reinicio.
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Lo dieron todo. Pero es insuficiente. Se necesita más calidad técnica, táctica y mejorar en cuanto a condición física. Y también en fortaleza mental. Es decir en todos y cada uno de los aspectos fundamentales del futbol en particular y del deporte en general.
Soy positivo y valoro el esfuerzo e , incluso, el fútbol desplegado ayer. Y no olvido las muchas bajas sufridas. Las recién incorporadas , Faller , Linda Caicedo y Toletti son excelentes futbolistas, pero necesitan coger ritmo . Todo lo anterior no quita que se pueda hablar de que el gol de penal fue injusto. Un regalo de la colegiada al París.